Amanhecera um domingo alegre no cortiço, um bom dia de abril. Muita luz
e pouco calor.
As tinas estavam abandonadas; os coradouros despidos. Tabuleiros e
tabuleiros de roupa engomada saiam das casinhas, carregados na maior parte
pelos filhos das próprias lavadeiras que se mostravam agora quase todas de fato
limpo; os casaquinhos brancos avultavam por cima das saias de chita de cor.
Desprezavam-se os grandes chapéus de palha e os aventais de aniagem; agora as
portuguesas tinham na cabeça um lenço novo de ramagens vistosas e as
brasileiras haviam penteado o cabelo e pregado nos cachos negros um ramalhete
de dois vinténs; aquelas trancavam no ombro xales de lã vermelha, e estas de
crochê, de um amarelo desbotado. Viam-se homens de corpo nu, jogando a
placa, com grande algazarra.
Había amanecido un feliz domingo en el conventillo, un hermoso día de abril. Mucha luz y poco calor. Las tinas estaban abandonadas; los hogares desnudos. De las casitas salían charolas y charolas de ropa planchada, llevadas en su mayoría por los hijos de las lavanderas, que ya estaban casi todos con ropa limpia; las batas blancas sobresalían por encima de las faldas de cretonas de colores. Se despreciaban los grandes sombreros de paja y los delantales de arpillera; ahora las portuguesas tenían un pañuelo nuevo con vistosas ramas en la cabeza y las brasileñas se habían peinado y clavado un ramo de dos centavos en los rizos negros; las primeras se cubrían los hombros con chales de lana roja, las segundas estaban tejidas a ganchillo en amarillo desteñido. Se podía ver a hombres con el cuerpo desnudo, tirando la tabla, con mucho ruido.
Um grupo de italianos, assentado debaixo de uma
árvore, conversava ruidosamente, fumando cachimbo. Mulheres ensaboavam os
filhos pequenos debaixo da bica, muito zangadas, a darem-lhes murros, a
praguejar, e as crianças berravam, de olhos fechados, esperneando. A casa da
Machona estava num rebuliço, porque a família ia sair a passeio; a velha gritava,
gritava Nenen, gritava o Agostinho. De muitas outras saiam cantos ou sons de
instrumentos; ouviam-se harmônicas e ouviam-se guitarras, cuja discreta
melodia era de vez em quando interrompida por um ronco forte de trombone.
Os papagaios pareciam também mais alegres com o domingo e lançavam
das gaiolas frases inteiras, entre gargalhadas e assobios. À porta de diversos
cômodos, trabalhadores descansavam, de calça limpa e camisa de meia lavada,
assentados em cadeira, lendo e soletrando jornais ou livros; um declamava em
voz alta versos de “Os Lusíadas:, com um empenho feroz, que o punha rouco.
Un grupo de italianos, sentados bajo un árbol, hablaban ruidosamente, fumando en pipa. Las mujeres enjabonaban a sus niños pequeños debajo del grifo, muy enojadas, los golpeaban, maldecían, y los niños gritaban, con los ojos cerrados, pateando. La casa de Machona estaba alborotada porque la familia salía a caminar; la anciana gritaba, Nenen gritaba, Agostinho gritaba. De muchos otros salían cantos o sonidos de instrumentos; se escuchaban armónicas y guitarras, cuya discreta melodía era interrumpida de vez en cuando por un fuerte estruendo de trombón. Los loros también parecían más felices el domingo y lanzaban frases enteras fuera de sus jaulas, entre risas y silbidos. En la puerta de varios cuartos descansaban los trabajadores, con pantalón y camisa limpios y medias lavadas, sentados en una silla, leyendo y deletreando periódicos o libros; uno recitaba versos de “Os Lusíadas” en voz alta, con un feroz compromiso que lo enronquecía.
Transparecia neles o prazer da roupa mudada depois de uma semana no corpo.
As casinhas fumegavam um cheiro bom de refogados de carne fresca fervendo
ao fogo. Do sobrado do Miranda só as duas últimas janelas já estavam abertas e,
pela escada que descia para o quintal, passava uma criada carregando baldes de
águas servidas. Sentia-se naquela quietação de dia inútil a falta do resfolegar
aflito das máquinas da vizinhança, com que todos estavam habituados. Para
além do solitário capinzal do fundo a pedreira parecia dormir em paz o seu sono
de pedra; mas, em compensação, o movimento era agora extraordinário à frente
da estalagem e à entrada da venda. Muitas lavadeiras tinham ido para o portão,
olhar quem passava; ao lado delas o Albino, vestido de branco, com o seu lenço
engomado ao pescoço, entretinha-se a chupar balas de açúcar, que comprara ali
mesmo ao tabuleiro de um baleiro freguês do cortiço.
En ellos se notaba el placer de cambiarse de ropa después de una semana sobre el cuerpo. Las casitas humeaban un buen olor a guisos de carne fresca hirviendo sobre el fuego. Sólo las dos últimas ventanas de la casa de Miranda estaban abiertas y, por las escaleras que bajaban al patio trasero, pasaba una sirvienta cargando baldes con aguas residuales. En aquella quietud de un día inútil, se sentía la falta del resoplido agónico de las máquinas del barrio, con las que todos estaban acostumbrados. Más allá de la hierba solitaria del fondo, la cantera parecía dormir plácidamente su sueño pétreo; pero, en cambio, el movimiento ahora era extraordinario frente a la posada ya la entrada de la tienda. Muchas lavanderas habían ido a la puerta a ver quién pasaba; junto a ellos Albino, vestido de blanco, con el pañuelo almidonado al cuello, se divertía chupando caramelos, que allí mismo había comprado en la bandeja de un cliente en el conventillo.
Dentro da taverna, os martelos de vinho branco, os copos de cerveja
nacional e os dois vinténs de parati ou laranjinha sucediam-se por cima do
balcão, passando das mãos do Domingos e do Manuel para as mãos ávidas dos
operários e dos trabalhadores, que os recebiam com estrondosas exclamações de
pândega. A Isaura, que fora num pulo tomar o seu primeiro capilé, via-se tonta
com os apalpões que lhe davam. Leonor não tinha um instante de sossego,
saltando de um lado para outro, com uma agilidade de mono, a fugir dos punhos
calosos dos cavouqueiros que, entre risadas, tentavam agarrá-la; e insistia na sua
ameaça do costume: “que se queixava ao juiz de orfe”, mas não se ia embora,
porque defronte da venda viera estacionar um homem que tocava cinco
instrumentos ao mesmo tempo, com um acompanhamento desafinado de bombo,
pratos e guizos. ton6_ 4
Dentro de la taberna, se pasaban por el mostrador martillos de vino blanco, vasos de cerveza nacional y dos centavos de parati o naranjas, pasando de las manos de Domingos y Manuel a las manos ávidas de los trabajadores, que los recibían con estruendosas exclamaciones de jolgorio. Isaura, que había ido a toda prisa a tomar su primer capilé, se sintió mareada por los manoseos que le hacían. Leonor no tuvo un momento de descanso, saltando de un lado a otro, con la agilidad de un mono, para escapar de los puños encallecidos de los cavadores que, entre risas, intentaban agarrarla; e insistió en su habitual amenaza: “se quejó con el juez de orfe”, pero no se fue, porque frente a la tienda había venido a estacionar un señor, tocando cinco instrumentos al mismo tiempo, sin salida. -acompañamiento de tono de bombo, platillos y campanas.
Eram apenas oito horas e já muita gente comia e palavreava na casa de pasto
ao lado da venda. João Romão, de roupa mudada como os outros, mas sempre
em mangas de camisa, aparecia de espaço em espaço, servindo os comensais; e a
Bertoleza, sempre suja e tisnada, sempre sem domingo nem dia santo, lá estava
ao fogão, mexendo as panelas e enchendo os pratos.
Um acontecimento, porém, veio revolucionar alegremente toda aquela
confederação da estalagem. Foi a chegada da Rita Baiana, que voltava depois de
uma ausência de meses, durante a qual só dera noticias suas nas ocasiões de
pagar o aluguei do cômodo.
Eran solo las ocho y ya mucha gente estaba comiendo y charlando en el comedor al lado de la tienda. João Romão, vestido como los demás, pero siempre en mangas de camisa, aparecía de espacio en espacio, sirviendo a los comensales; y Bertoleza, siempre sucia y bronceada, siempre sin domingos ni fiestas, estaba allí en el fogón, removiendo las ollas y llenando los platos. Un evento, sin embargo, vino a revolucionar alegremente toda la confederación de la posada. Era la llegada de Rita Baiana, que volvía tras una ausencia de meses, en los que sólo daba noticias de ella en ocasiones para pagar el alquiler de la habitación.
Vinha acompanhada por um moleque, que trazia na cabeça um enorme
samburá carregado de compras feitas no mercado; um grande peixe espiava por
entre folhas de alface com o seu olhar embaciado e triste, contrastando com as
risonhas cores dos rabanetes, das cenouras e das talhadas de abóbora vermelha.
— Põe isso tudo ai nessa porta. Ai no número 9, pequeno! gritou ela ao
moleque, indicando-lhe a sua casa, e depois pagou-lhe o carreto. — Podes ir
embora, carapeta!
Desde que do portão a bisparam na rua, levantou-se logo um coro de
saudações.
— Olha! quem ai vem!
— Olé! Bravo! É a Rita Baiana!
— Já te fazíamos morta e enterrada!
— E não é que o demo da mulata está cada vez mais sacudida?...
— Então, coisa-ruim! por onde andaste atirando esses quartos?
— Desta vez a coisa foi de esticar, hein?!
Rita havia parado em meio do pátio.
La acompañaba un niño, que tenía en la cabeza una enorme samburá cargada de compras hechas en el mercado; un gran pez asomaba entre hojas de lechuga con su mirada nublada y triste, contrastando con los colores risueños de los rábanos, zanahorias y rodajas de calabaza roja. "Ponlo todo sobre esa puerta". ¡Ay en el número 9, pequeña! le gritó al niño, indicándole su casa, y luego le pagó el carruaje. "¡Puedes irte, carapeta!" Tan pronto como la vieron desde la puerta de la calle, un coro de saludos se levantó de inmediato. - ¡Mirar! ¡Quién esta viniendo! - ¡Hola! ¡Enojado! ¡Es Rita Bahía! "¡Te tendríamos muerto y enterrado!" —¿Y no es que la marcha de la mulata está cada vez más revuelta?... —Pues ¡mal! ¿dónde has estado tirando esas habitaciones? — ¡¿Esta vez la cosa era estirar, eh?! Rita se había detenido en medio del patio.
Cercavam-na homens, mulheres e crianças; todos queriam novas dela. Não
vinha em traje de domingo; trazia casaquinho branco, uma saia que lhe deixava
ver o pé sem meia num chinelo de polimento com enfeites de marroquim de
diversas cores. No seu farto cabelo, crespo e reluzente, puxado sobre a nuca,
havia um molho de manjericão e um pedaço de baunilha espetado por um
gancho. E toda ela respirava o asseio das brasileiras e um odor sensual de trevos
e plantas aromáticas. Irrequieta, saracoteando o atrevido e rijo quadril baiano,
respondia para a direita e para a esquerda, pondo à mostra um fio de dentes
claros e brilhantes que enriqueciam a sua fisionomia com um realce fascinador.
Acudiu quase todo o cortiço para recebê-la. Choveram abraços e as chufas
do bom acolhimento.
Por onde andara aquele diabo, que não aparecia para mais de três meses?
Hombres, mujeres y niños la rodeaban; todos querían noticias de ella. No vino vestido de domingo; vestía una bata blanca, una falda que dejaba ver su pie sin medias y un par de babuchas con adornos de tafetán en diferentes colores. En su espesa cabellera, encrespada y brillante, tirada sobre la nuca, había un manojo de albahaca y un trozo de vainilla clavado en un gancho. Y toda ella respiraba la limpieza de la mujer brasileña y un sensual olor a trébol y plantas aromáticas. Inquieta, meneando sus atrevidas y firmes caderas bahianas, respondía a derecha e izquierda, mostrando una hilera de dientes claros y relucientes que enriquecían su fisonomía con un realce fascinante. Casi todo el inquilinato acudió a recibirla. Llovieron abrazos y lluvias de buena bienvenida. ¿Dónde había estado ese demonio, que no había aparecido en más de tres meses?
— Ora, nem me fales, coração! Sabe? pagode de roga! Que hei de fazer? é a
minha cachaça velha!...
— Mas onde estiveste tu enterrada tanto tempo, criatura?
— Em Jacarepaguá.
— Com quem?
— Com o Firmo...
— Oh! Ainda dura isso?
— Cala a boca! A coisa agora é séria!
— Qual! Quem mesmo? Tu? Passa fora!
— Paixões da Rita! exclamou o Bruno com uma risada. Uma por ano! Não
contando as miúdas!
— Não! isso é que não! Quando estou com um homem não olho pra outro!
Leocádia, que era perdida pela mulata, saltara-lhe ao pescoço ao primeiro
encontro, e agora, defronte dela, com as mãos nas cadeiras, os olhos úmidos de
comoção, rindo, sem se fartar de vê-la, fazia-lhe perguntas sobre perguntas:
— Mas por que não te metes tu logo por uma vez com o Firmo? por que não
te casas com ele?
— Casar? protestou a Rita. Nessa não cai a filha de meu pai! Casar? Livra!
Para quê? para arranjar cativeiro? Um marido é pior que o diabo; pensa logo que
a gente é escrava! Nada! qual! Deus te livre! Não há como viver cada um senhor
e dono do que é seu!
E sacudiu todo o corpo num movimento de desdém que lhe era peculiar.
— Olha só que peste! considerou Augusta, rindo, muito mole, na sua
honestidade preguiçosa.
"¡Oh, ni siquiera me hables, cariño!" ¿Él sabe? pagoda de oración! ¿Qué voy a hacer? ¡es mi vieja cachaza!... —¿Pero dónde estuviste enterrada tanto tiempo, criatura? — En Jacarepaguá. - ¿Con quien? — Con Firmo... — ¡Ay! ¿Todavía dura? - ¡Cállate! ¡Las cosas son serias ahora! - ¡Cual! ¿Quién exactamente? ¿Tú? ¡Salir! — ¡Las pasiones de Rita! exclamó Bruno con una carcajada. ¡Uno al año! ¡Sin contar las chicas! - ¡No! ¡Eso no es todo! Cuando estoy con un hombre no miro a otro! Leocádia, que estaba perdida para la mulata, había saltado sobre su cuello en el primer encuentro, y ahora, frente a ella, con las manos en las caderas, los ojos húmedos de emoción, riendo, sin cansarse de verla, le hizo preguntas sobre preguntas: —Pero ¿por qué no te involucras con Firmo de una vez? ¿por qué no te casas con él? - ¿Casarse? Rita protestó. ¡La hija de mi padre no se deja engañar por eso! ¿Casarse? ¡Gratis! ¿Para que? para arreglar el cautiverio? Un esposo es peor que el diablo; ¡Solo piensa que las personas son esclavas! ¡Cualquier cosa! ¡cual! ¡Dios no lo quiera! ¡No hay manera de vivir cada señor y dueño de lo que es tuyo! Y sacudió todo su cuerpo en un movimiento desdeñoso que le era propio. "¡Mira esa plaga!" pensó Augusta, riendo, muy suave en su perezosa honestidad.
Esta também achava infinita graça na Rita Baiana e seria capaz de levar um
dia inteiro a vê-la dançar o chorado.
Florinda ajudava a mãe a preparar o almoço, quando lhe cheirou que
chegara a mulata, e veio logo correndo, a rir-se desde longe, cair-lhe nos braços.
A própria Marciana, de seu natural sempre triste e metida consigo, apareceu à
janela, para saudá-la. A das Dores, com as saias arrepanhadas no quadril e uma
toalha por cima amarrada pela parte de trás e servindo de avental, o cabelo ainda
por pentear, mas entrouxado no alto da cabeça, abandonou a limpeza que fazia
em casa e veio ter com a Rita, para dar-lhe uma palmada e gritar-lhe no nariz:
— Desta vez tomaste um fartão, hein, mulata assanhada?...
E, ambas a caírem de riso, abraçaram-se em intimidade de amigas, que não
têm segredos de amor uma para a outra.
A Bruxa veio em silêncio apertar a mão de Rita e retirou-se logo.
— Olha a feiticeira! bradou esta última, batendo no ombro da idiota. Que
diabo você tanto reza, tia Paula? Eu quero que você me dê um feitiço para
prender meu homem!
También pensó que Rita Baiana era infinitamente divertida y podría haberse pasado un día entero viéndola bailar el choro. Florinda estaba ayudando a su madre a preparar el almuerzo, cuando olió que había llegado la mulata, y de inmediato vino corriendo, riéndose de lejos, y se echó en sus brazos. La misma Marciana, siempre triste y cohibida en su carácter, se asomó a la ventana para saludarla. Das Dores, con la falda recogida en las caderas y una toalla sobre ella atada en la espalda a modo de delantal, el pelo aún por peinar pero recogido sobre la cabeza, abandonó la limpieza que hacía en casa y vino a ver a Rita, a pegarle y gritarle en las narices: — Esta vez tuviste una grande, ¿eh, mulata zorra?... amor el uno por el otro. La Bruja vino en silencio a estrechar la mano de Rita y rápidamente se fue. "¡Mira a la hechicera!" -exclamó este último, palmeando al idiota en el hombro-. ¿Por qué diablos rezas tanto, tía Paula? ¡Quiero que me des un hechizo para atrapar a mi hombre!
E tinha uma frase para cada um que se aproximasse. Ao ver Dona Isabel,
que apareceu toda cerimoniosa na sua saia da missa e com o seu velho xale de
Macau, abraçou-a e pediu-lhe uma pitada, que a senhora recusou, resmungando:
— Sai daí diabo!
— Cadê Pombinha? perguntou a mulata.
Mas, nessa ocasião, Pombinha acabava justamente de sair de casa, muito
bonita e asseada com um vestido novo de cetineta. As mãos ocupadas com o
livro de rezas, o lenço e a sombrinha.
— Ah! Como está chique! exclamou a Rita, meneando a cabeça. É mesmo
uma flor! — e logo que Pombinha se pôs ao seu alcance, abraçou-lhe a cintura e
deu-lhe um beijo. — O João Costa se não te fizer feliz como os anjos sou capaz
de abrir-lhe o casco com o salto do chinelo! Juro pelos cabelos do meu homem!
— E depois, tornando-se séria, perguntou muito em voz baixa a Dona Isabel: —
Já veio?... ao que a velha respondeu negativamente com um desconsolado e
mudo abanar de orelhas.
O circunspecto Alexandre, sem querer declinar da sua gravidade, pois que
estava fardado e pronto para sair, contentou-se em fazer com a mão um
cumprimento à mulata, ao qual retrucou esta com uma continência militar e uma
gargalhada que o desconcertaram.
Iam fazer comentários sobre o caso, mas a Rita, voltando-se para o outro
lado, gritou:
Y tenía una frase para cada uno que se acercaba. Cuando vio a doña Isabel, que aparecía toda ceremoniosa con su falda de misa y con su viejo mantón de Macao, la abrazó y le pidió un pellizco, a lo que la señora se negó murmurando: "¡Fuera de ahí!". "¿Dónde está Pombinha?" preguntó la mulata. Pero en esa ocasión, Pombinha acababa de salir de la casa, luciendo muy linda y limpia con un vestido nuevo de raso. Manos ocupadas con libro de oraciones, pañuelo y sombrilla. - ¡Oh! ¡Qué chic! exclamó Rita, sacudiendo la cabeza. ¡Realmente es una flor! — y en cuanto Pombinha estuvo a su alcance, la abrazó por la cintura y le dio un beso. — ¡João Costa, si no te hace feliz como los ángeles, soy capaz de abrirle la pezuña con el tacón de mi zapatilla! ¡Lo juro por el pelo de mi hombre! —Y luego, poniéndose seria, preguntó a doña Isabel en voz muy baja: —¿Habéis venido ya?... a lo que la vieja respondió negativamente con un movimiento de orejas desconsolado y mudo. El circunspecto Alexandre, no queriendo desmerecer su seriedad, ya que estaba uniformado y listo para salir, se contentó con saludar con la mano a la mulata, a lo que ésta respondió con un saludo militar y una carcajada que lo desconcertó. . Iban a comentar el caso, pero Rita, volteándose hacia el otro lado, gritó:
— Olha o velho Libório! Como está cada vez mais duro!... Não se entrega
por nada o demônio do judeu!
E correu para o lugar, onde estava, aquecendo-se ao belo sol de abril, um
octogenário, seco, que parecia mumificado pela idade, a fumar num resto de
cachimbo, cujo pipo desaparecia na sua boca já sem lábios.
— Êh! êh! fez ele, quando a mulata se aproximou.
— Então? perguntou Rita, abaixando-se para tocar-lhe no ombro. Quando é
o nosso negócio?... Mas você há de deixar-me primeiro abrir o bauzinho de
folha!...
Libório riu-se com as gengivas, tentando apalpar as coxas da Baiana, por
caçoada, afetando luxúria.
"¡Mira al viejo Liborio!" ¡Cómo se pone cada vez más duro!... ¡El demonio del judío no se rinde por nada! Y corrió hacia donde estaba, tomando el hermoso sol de abril, un octogenario, seco, que parecía momificado por la edad, fumando una pipa, la pipa cuya pipa desaparecía en su boca ahora sin labios. — ¡Eh! ¡Eh! lo hizo, cuando se acercó la mulata. - ¿Entonces? preguntó Rita, agachándose para tocar su hombro. ¿Cuándo es nuestro negocio?... ¡Pero tú me dejarás abrir el tronco de la hoja primero!... Liborio se reía con las encías, tratando de sentir los muslos de la baiana, a modo de burla, afectando lujuria.
Todos acharam graça nesta pantomimice do velhinho, e então, a mulata,
para completar a brincadeira, deu uma volta entufando as saias e sacudiu-as
depois sobre a cabeça dele, que se fingiu indignado, a fungar exageradamente.
E entre a alegria levantada pela sua reaparição no cortiço, a Rita deu conta
de que pintara na sua ausência; disse o muito que festou em Jacarepaguá; o
entrudo que fizera pelo carnaval. Três meses de folia! E, afinal abaixando a voz,
segredou às companheiras que à noite teriam um pagodinho de violão. Podiam
contar como certo!
A todos les pareció divertida la pantomima del viejo, y luego la mulata, para completar el chiste, dio vueltas, arremangándose las faldas y luego sacudiéndolas sobre la cabeza de él, quien fingió indignarse lloriqueando exageradamente. Y en medio de la alegría que despertó su reaparición en el conventillo, Rita se dio cuenta de que había pintado en su ausencia; dijo cuánto festejaba en Jacarepaguá; el Shrovetide que había hecho para el carnaval. ¡Tres meses de diversión! Y finalmente, bajando la voz, les susurró a sus acompañantes que esa noche tendrían una actuación de guitarra. ¡Podrían contar con seguridad!
Esta última noticia causou verdadeiro júbilo no auditório. As patuscadas da
Rita Baiana eram sempre as melhores da estalagem. Ninguém como o diabo da
mulata para armar uma função que ia pelas tantas da madrugada, sem saber a
gente como foi que a noite se passou tão depressa. Além de que “era aquela
franqueza! enquanto houvesse dinheiro ou crédito, ninguém morria com a tripa
marcha ou com a goela seca!”
— Diz-me cá, ó Leocadinha! quem são aqueles jururus que estão agora no
35? indagou ela, vendo o Jerônimo à porta da casa com a mulher.
— Ah! explicou a interrogada, é o Jeromo e mais a Piedade, um casal que
inda não conheces. Entrou ao depois que arribaste. Boa gente, coitados!
Rita carregou para dentro do seu cômodo as provisões que trouxera; abriu
logo a janela e pôs-se a cantar. Sua presença enchia de alegria a estalagem toda.
O Firmo, o mulato com quem ela agora vivia metida, o demônio que a
desencabeçara para aquela maluqueira, de Jacarepaguá, ia lá jantar esse dia com
um amigo. Rita declarava isto às companheiras, amolando uma faquinha no
tijolo da sua porta, para escamar o peixe; enquanto os gatos, aqueles mesmos
que perseguiam o sardinheiro, vinham, um a um, chegando-se todos só com o
ruído da afiação do ferro.
Esta última noticia provocó un verdadero júbilo en el auditorio. Las patuscadas de Rita Baiana siempre fueron las mejores de la posada. Nadie como el diablo de mulata para montar una función que se prolongó hasta altas horas de la madrugada, sin que supiéramos cómo pasó tan rápido la noche. Además, “¡fue esa franqueza! ¡mientras había dinero o crédito, nadie moría con las tripas marchando o con la garganta seca!”. — ¡Dime aquí, Leocadinha! ¿Quiénes son esos jururus que ahora tienen 35? preguntó, viendo a Jerónimo en la puerta de la casa con su mujer. - ¡Oh! explicó la mujer interrogada, son Jeromo y Piedade, una pareja que aún no conoces. Entró después de tu llegada. ¡Buena gente, pobre gente! Rita llevó las provisiones que había traído a su habitación; Inmediatamente abrió la ventana y comenzó a cantar. Su presencia llenó de alegría a toda la posada. Firmo, el mulato con el que ahora estaba mezclada, el demonio que la había confundido con aquella loca de Jacarepaguá, iba ese día a cenar con un amigo. Rita así lo manifestó a sus compañeros, afilando un pequeño cuchillo en el ladrillo de su puerta, para descamar el pescado; mientras los gatos, los mismos que perseguían al sardinero, venían, uno a uno, acercándose todos solo con el sonido del hierro afilándose.
Ao lado direito da casinha da mulata, no número 8, a das Dores
preparava-se também para receber nesse dia o seu amigo e dispunha-se a fazer
uma limpeza geral nas paredes, nos tetos, no chão e nos móveis, antes de
meter-se na cozinha. Descalça, com a saia levantada até ao joelho, uma toalha na
cabeça, os braços arregaçados, viam-na passar de carreira, de casa para a bica e
da bica outra vez para casa, carregando pesados baldes cheios de água. E daí a
pouco apareciam ajudantes gratuitos para os arranjos do jantar, tanto do lado da
das Dores, como do lado da Rita Baiana. O Albino encarregou-se de varrer e
arrumar a casa desta, entretanto que a mulata ia para o fogão preparar os seus
quitutes do Norte. E veio a Florinda, e veio a Leocádia, e veio a Augusta,
impacientes todas elas pelo pagode que havia de sair à noite, depois do jantar.
Pombinha não apareceu durante o dia, porque estava muito ocupada, aviando a
correspondência dos trabalhadores e das lavadeiras: serviço este que ela deixava
para os domingos.
Del lado derecho de la casa de la mulata, en el número 8, das Dores también se preparaba para recibir a su amiga ese día y se disponía a hacer una limpieza general de paredes, techos, piso y muebles, antes de instalar la cocina. Descalza, con la falda levantada hasta las rodillas, una toalla sobre la cabeza, los brazos cruzados, la veían pasar en una carrera, de casa a canilla y de canilla a casa, cargando pesados baldes llenos de agua. Y al rato aparecieron ayudantes libres para los arreglos de la cena, tanto del lado de Dores como del lado de Rita Baiana. Albino se encargó de barrer y ordenar su casa, mientras la mulata se dirigía al fogón a preparar sus manjares del Norte. Y vino Florinda, y vino Leocádia, y vino Augusta, todos impacientes por la pagoda que saldría esa noche, después de la cena. Pombinha no aparecía durante el día porque estaba demasiado ocupada con el correo de los trabajadores y las lavanderas: servicio que dejaba para los domingos.
Numa pequena mesa, coberta por um pedaço de chita, com o tinteiro ao lado
da caixinha de papel, a menina escrevia, enquanto o dono ou dona da carta
ditava em voz alta o que queria mandar dizer à família. ou a algum mau devedor
de roupa lavada. E ia lançando tudo no papel, apenas com algumas ligeiras
modificações, para melhor, no modo de exprimir a idéia. Pronta uma carta,
sobrescritava-a, entregava-a ao dono e chamava por outro, ficando a sós com um
de cada vez, pois que nenhum deles queria dar o seu recado em presença de mais
ninguém senão de Pombinha. De sorte que a pobre rapariga ia acumulando no
seu coração de donzela toda a súmula daquelas paixões e daqueles
ressentimentos, às vezes mais fétidos do que a evaporação de um lameiro em
dias de grande calor.
Numa pequena mesa, coberta por um pedaço de chita, com o tinteiro ao lado
da caixinha de papel, a menina escrevia, enquanto o dono ou dona da carta
ditava em voz alta o que queria mandar dizer à família. ou a algum mau devedor
de roupa lavada. E ia lançando tudo no papel, apenas com algumas ligeiras
modificações, para melhor, no modo de exprimir a idéia. Pronta uma carta,
sobrescritava-a, entregava-a ao dono e chamava por outro, ficando a sós com um
de cada vez, pois que nenhum deles queria dar o seu recado em presença de mais
ninguém senão de Pombinha. De sorte que a pobre rapariga ia acumulando no
seu coração de donzela toda a súmula daquelas paixões e daqueles
ressentimentos, às vezes mais fétidos do que a evaporação de um lameiro em
dias de grande calor.
— Escreva lá, Nhã Pombinha! disse junto dela um cavouqueiro, coçando a
cabeça; mas faça letra grande, que é pra mulher entender! Diga-lhe que não
mando desta feita o dinheiro que me pediu, porque agora não o tenho e estou
muito acossado de apertos; mas que lho prometo pro mês. Ela que se vá
arranjando por lá, que eu cá sabe Deus como me coço; e que, se o Luís, o irmão,
resolver de vir, que mo mande dizer com tempo, para ver se se lhe dá furo à vida
por aqui; que isto de vir sem inda ter p’ronde, é fraco negócio, porque as coisas
por cá não correm lá para que digamos!
E depois que a Pombinha escreveu, acrescentou:
— Que eu tenho sentido muito a sua falta dela; mas também sou o mesmo e
não me meto em porcarias e relaxamento; e que tenciono mandar buscá-la, logo
que Deus me ajude, e a Virgem! Que ela não tem de que se arreliar por mor do
dinheiro não ir desta; que, como lá diz o outro: quando não há el-rei o perde!
Ah! (ia esquecendo!) quanto à Libânia, é tirar daí o juízo! que a Libânia se
atirou aos cães e faz hoje má vida na Rua de São Jorge; que se esqueça dela por
vez e perca o amor às duas coroas que lhe emprestou!
E a menina escrevia tudo, tudo, apenas interrompendo o seu trabalho para
fitar, com a mão no queixo, o cavouqueiro, à espera de nova frase.
"¡Escríbelo ahí, Nhã Pombinha!" dijo un jinete a su lado, rascándose la cabeza; ¡pero escribe en letras grandes, que es para que las mujeres entiendan! Dígale que no le enviaré el dinero que me pidió esta vez, porque ahora no tengo y estoy en un gran problema; pero te prometo el próximo mes. Que se las arregle allí, porque Dios sabe cuánto pica; y que, si Luís, el hermano, se decide a venir, que me mande aviso con tiempo, a ver si tiene un hueco en su vida por aquí; que esto de venir sin ni siquiera tener una razón, es un negocio débil, porque las cosas por aquí no funcionan así, ¡vamos a decir! Y después de haber escrito la palomita, añadió: "Que te he echado tanto de menos, que se ha ido". pero yo también soy igual y no me meto en gilipolleces y relajo; y que pienso mandar por ella, en cuanto Dios me ayude, y la Virgen! Que no se tiene que enojar porque el dinero no sale de esto; que, como dice el otro allí: ¡cuando no hay rey, pierde! ¡Oh! (¡Se me olvidaba!) En cuanto a Libania, ¡es para entender el punto! que Libânia se echó a los perros y hoy vive mal en la Rua de São Jorge; ¡que la olvide de una vez y pierda el amor por las dos coronas que le prestó! Y la niña escribía todo, todo, sólo interrumpiendo su trabajo para mirar, con la mano en la barbilla, al excavador, esperando una nueva frase.