E assim ia correndo o domingo no cortiço até às três da tarde, horas em que
chegou mestre Firmo, acompanhado pelo seu amigo Porfiro, trazendo aquele o
violão e o outro o cavaquinho.
Firmo, o atual amante de Rita Baiana, era um mulato pachola, delgado de
corpo e ágil como um cabrito; capadócio de marca, pernóstico, só de maçadas, e
todo ele se quebrando nos seus movimentos de capoeira. Teria seus trinta e
tantos anos, mas não parecia ter mais de vinte e poucos. Pernas e braços finos,
pescoço estreito, porém forte; não tinha músculos, tinha nervos. A respeito de
barba, nada mais que um bigodinho crespo, petulante, onde reluzia cheirosa a
brilhantina do barbeiro; grande cabeleira encaracolada, negra, e bem negra,
dividida ao meio da cabeça, escondendo parte da testa e estufando em grande
gaforina por debaixo da aba do chapéu de palha, que ele punha de banda,
derreado sobre a orelha esquerda.
Y así transcurrió el domingo en el conventillo hasta las tres de la tarde, cuando llegó el maestro Firmo, acompañado de su amigo Porfiro, uno con la guitarra y el otro con el cavaquinho. Firmo, el actual amante de Rita Baiana, era un mulato pachola, de cuerpo esbelto y ágil como un niño; brand cappadocian, pernostic, simplemente molesto, y todo él rompiendo en sus movimientos de capoeira. Tenía treinta y tantos años, pero no aparentaba más de veintitantos. Piernas y brazos delgados, cuello estrecho pero fuerte; no tenía músculos, tenía nervios. En cuanto a la barba, nada más que un bigote rizado y petulante, donde brillaba fragante la brillantina del barbero; pelo largo y rizado, negro y muy negro, con raya en medio de la cabeza, ocultando parte de la frente y abullonado en un gran moño bajo el ala del sombrero de paja, que se puso a un lado, caído sobre la oreja izquierda .
Vestia, como de costume, um paletó de lustrina preta já bastante usado,
calças apertadas nos joelhos, mas tão largas na bainha que lhe engoliam os
pezinhos secos e ligeiros. Não trazia gravata, nem colete, sim uma camisa de
chita nova e ao pescoço, resguardando o colarinho, um lenço alvo e perfumado;
à boca um enorme charuto de dois vinténs e na mão um grosso porrete de
Petrópolis, que nunca sossegava, tantas voltas lhe dava ele a um tempo por entre
os dedos magros e nervosos.
Y así transcurrió el domingo en el conventillo hasta las tres de la tarde, cuando llegó el maestro Firmo, acompañado de su amigo Porfiro, uno con la guitarra y el otro con el cavaquinho. Firmo, el actual amante de Rita Baiana, era un mulato pachola, de cuerpo esbelto y ágil como un niño; brand cappadocian, pernostic, simplemente molesto, y todo él rompiendo en sus movimientos de capoeira. Tenía treinta y tantos años, pero no aparentaba más de veintitantos. Piernas y brazos delgados, cuello estrecho pero fuerte; no tenía músculos, tenía nervios. En cuanto a la barba, nada más que un bigote rizado y petulante, donde brillaba fragante la brillantina del barbero; pelo largo y rizado, negro y muy negro, con raya en medio de la cabeza, ocultando parte de la frente y abullonado en un gran moño bajo el ala del sombrero de paja, que se puso a un lado, caído sobre la oreja izquierda .
Era oficial de torneiro, oficial perito e vadio; ganhava uma semana para
gastar num dia; às vezes, porém, os dados ou a roleta multiplicavam-lhe o
dinheiro, e então ele fazia como naqueles últimos três meses: afogava-se numa
boa pândega com a Rita Baiana. A Rita ou outra. “O que não faltava por aí eram
saias para ajudar um homem a cuspir o cobre na boca do diabo!” Nascera no Rio
de Janeiro, na Corte; militara dos doze aos vinte anos em diversas maltas de
capoeiras; chegara a decidir eleições nos tempos do voto indireto. Deixou nome
em várias freguesias e mereceu abraços, presentes e palavras de gratidão de
alguns importantes chefes de partido.
Era un oficial tornero, un oficial experto y un holgazán; Tengo una semana para gastar en un día; a veces, sin embargo, los dados o la ruleta le multiplicaban el dinero, y entonces hacía lo que había hecho en esos últimos tres meses: se ahogaba en una buena fiesta con Rita Baiana. Rita o alguien más. “¡No faltaron faldas para ayudar a un hombre a escupir cobre en la boca del diablo!” Nació en Río de Janeiro, en la Corte; de los doce a los veinte años había estado activo en varias bandas de capoeira; incluso había decidido elecciones en los días del voto indirecto. Dejó su nombre en varias parroquias y recibió abrazos, obsequios y palabras de agradecimiento de algunos importantes líderes del partido.
Chamava a isso a sua época de paixão
política; mas depois desgostou-se com o sistema de governo e renunciou às lutas
eleitorais, pois não conseguira nunca o lugar de continuo numa repartição
pública — o seu ideal! —Setenta mil-réis mensais: trabalho das nove às três.
Aquela amigação com a Rita Baiana era uma coisa muito complicada e
vinha de longe; vinha do tempo em que ela ainda estava chegadinha de fresco da
Bahia, em companhia da mãe, uma cafuza dura, capaz de arrancar as tripas ao
Manduca da Praia. A cafuza morreu e o Firmo tomou conta da mulata; mas
pouco depois se separaram por ciúmes, o que aliás não impediu que se
tornassem a unir mais tarde, e que de novo brigassem e de novo se procurassem.
Llamó a este su tiempo pasión política; pero luego se disgustó con el sistema de gobierno y renunció a las luchas electorales, pues nunca había logrado conseguir el puesto de conserje en un cargo público ¡su ideal! —Setenta milreis al mes: trabajo de nueve a tres. Esa amistad con Rita Baiana fue algo muy complicado y venía de lejos; venía de cuando aún era fresca de Bahía, en compañía de su madre, una dura cafuza, capaz de arrancarle las tripas a la Manduca da Praia. Murió la cafuza y Firmo se hizo cargo de la mulata; pero al poco tiempo se separaron por celos, lo que, dicho sea de paso, no impidió que más tarde se volvieran a juntar, y que pelearan una y otra vez buscándose.
Ele tinha “paixa” pela Rita, e ela, apesar de volúvel como toda a mestiça, não
podia esquecê-lo por uma vez; metia-se com outros, é certo, de quando em
quando, e o Firmo então pintava o caneco, dava por paus e por pedras, enchia-a
de bofetadas, mas, afinal, ia procurá-la, ou ela a ele, e ferravam-se de novo, cada
vez mais ardentes, como se aquelas turras constantes reforçassem o combustível
dos seus amores.
Él estaba “enamorado” de Rita, y ella, a pesar de ser frívola como cualquier mestizo, no podía olvidarlo por una vez; se liaba con otras, es verdad, de vez en cuando, y entonces Firmo pintaba la taza, le daba palos y piedras, le pegaba en la cara, pero al final la iba a buscar, o ella a él , y volvieron a follarse, cada vez más ardientes, como si esas constantes peleas reforzaran el combustible de sus amores.
O amigo que Firmo trazia aquele domingo em sua companhia, o Porfiro, era
mais velho do que ele e mais escuro. Tinha o cabelo encarapinhado. Tipógrafo.
Afinavam-se muito os dois tipos com as suas calças de boca larga e com os seus
chapéus ao lado; mas o Porfiro tinha outra linha: não dispensava a sua gravata
de cor saltando em laço frouxo sobre o peito da camisa; fazia questão da sua
bengalinha com cabeça de prata e da sua piteira de âmbar e espuma, em que ele
equilibrava um cigarro de palha.
El amigo que Firmo trajo consigo ese domingo, Porfiro, era mayor que él y más moreno. Su cabello estaba rizado. Tipógrafo. Los dos chicos estaban muy en sintonía con sus pantalones anchos y sus sombreros a los costados; pero Porfiro tenía otra línea: no prescindía de su corbata de colores, rebotando en una corbata floja sobre el pecho de su camisa; hizo punta de su bastón con empuñadura de plata y su boquilla de ámbar y espuma, en la que balanceaba un cigarrillo de paja.
Desde a entrada dos dois, a casa de Rita esquentou. Ambos tiraram os
paletós e mandaram vir parati, “a abrideira para muqueca baiana”. E não tardou
que se ouvissem gemer o cavaquinho e o violão.
Ao lado chegava também o homem da das Dores, com um companheiro do
comércio; vinham vestidos de fraque e chapéu alto. A Machona, Nenen e o
Agostinho, já de volta do seu passeio à cidade, lá estavam ajudando. Ficariam
para o rega-bofe.
Um rumor quente, de dia de festa, ia-se formando naquele ponto da
estalagem.
Tanto numa casa, como na outra, o jantar seria às cinco horas. Rita “botou”
vestido branco, de cambraia, encanudado a ferro. Leocádia, Augusta, o Bruno, o
Alexandre e o Albino jantariam com ela no número 9; e no número 8, com a das
Dores, ficariam, além dos parentes desta, Dona Isabel, Pombinha, Marciana e
Florinda.
Desde la entrada de los dos, la casa de Rita se ha calentado. Ambos se quitaron las chaquetas y pidieron parati, “el abridor de la muqueca bahiana”. Y no tardaron en gemir el cavaquinho y la guitarra. El hombre de das Dores también llegó al lado, con un compañero del comercio; venían vestidos con frac y sombrero de copa. Machona, Nenen y Agostinho, de regreso de su viaje a la ciudad, estaban allí ayudando. Se quedarían por la regadera. Un ruido cálido, de día de fiesta, se formaba en esa parte de la posada. En ambas casas, la cena sería a las cinco. Rita se “puso” un vestido de cambray blanco, atado con hierro. Leocádia, Augusta, Bruno, Alexandre y Albino cenarían con ella en el número 9; y en el número 8, con Dores, estarían, además de sus parientes, doña Isabel, Pombinha, Marciana y Florinda.
Jerônimo e sua mulher foram convidados para ambas as mesas, mas não
aceitaram o convite para nenhuma, dispostos a passar a tarde ao lado um do
outro, tranqüilamente como sempre, comendo em boa paz o seu cozido à moda
da terra e bebendo o seu quartilho de verde pela mesma infusa.
Entretanto, os dois jantares vizinhos principiaram ruidosos logo desde a
sopa e assanharam-se progressivamente.
Jerónimo y su esposa fueron invitados a ambas mesas, pero no aceptaron la invitación a ninguna, dispuestos a pasar la tarde uno al lado del otro, tranquilos como siempre, comiendo en paz su puchero local y bebiendo su pinta de verde al mismo tiempo. infusión Mientras tanto, las dos cenas vecinas comenzaron ruidosas justo después de la sopa y se fueron emocionando progresivamente.
Meia hora depois vinha das duas casas uma algazarra infernal. Falavam e
riam todos ao mesmo tempo; tilintavam os talheres e os copos. Cá de fora
sentia-se perfeitamente o prazer que aquela gente punha em comer e beber à
farta, com a boca cheia, os beiços envernizados de molho gordo. Alguns cães
rosnavam à porta, roendo os ossos que traziam lá de dentro. De vez em quando,
da janela de uma das casas aparecia uma das moradoras, chamando a vizinha,
para entregar um prato cheio, permutando as duas entre si os quitutes e as
petisqueiras em que eram mais peritas.
Media hora después vino un alboroto infernal de ambas casas. Todos hablaban y reían al mismo tiempo; los cubiertos y los vasos tintinearon. Afuera se podía sentir perfectamente el placer que esa gente tenía en comer y beber a tope, con la boca llena, los labios barnizados de salsa grasosa. Unos perros gruñían en la puerta, mordisqueando los huesos que traían del interior. De vez en cuando, desde la ventana de una de las casas, aparecía alguno de los vecinos, llamando al vecino para que le entregara un plato completo, intercambiándose los dos los manjares y bocados en que eran más expertos.
— Olha! gritava a das Dores para o número 9, diz à Rita que prove deste
zorô, pra ver que tal o acha, e que o vatapá estava muito gostoso! Se ela tem
pimentas, que me mande algumas!
Do meio para o fim do jantar o baralho em ambas as casas era medonho. No
número 8 berravam-se brindes e cantos desafinados. O português amigo da das
Dores, já desengravatado e com os braços à mostra, vermelho, lustroso de suor,
intumescido de vinho virgem e leitão de forno, repotreava-se na sua cadeira, a
rir forte, sem calar a boca, com a camisa a espipar-lhe pela braguilha aberta. O
sujeito que a acompanhara fazia fosquinhas a Nenen, protegido no seu namoro
por toda a roda, desde a respeitável Machona até ao endemoninhado Agostinho,
que não ficava quieto um instante, nem deixava sossegar a mãe, gritando um
contra o outro como dois possessos.
- ¡Mirar! das Dores gritó por el número 9, dile a Rita que pruebe este zorô, a ver cómo le gusta, ¡y que el vatapá estaba muy rico! ¡Si tiene pimientos, mándame algunos! Desde la mitad hasta el final de la cena, la terraza en ambas casas era horrible. En el número 8 se gritaron brindis y cánticos desafinados. El amigo portugués de das Dores, ya descorbatado y con los brazos a la vista, rojos, brillantes de sudor, hinchados de vino virgen y lechón al horno, se reclinó en su silla, riendo a carcajadas, sin cerrar la boca, con con la camisa puesta, asomándose por la bragueta abierta. El chico que la había acompañado coqueteaba con Nenen, protegida en su cortejo por todo el círculo, desde la respetable Machona hasta el endemoniado Agostinho, que no se quedaba quieto ni un momento, ni dejaba que su madre se calmara, gritándole. uno al otro como dos poseídos.
Florinda, sempre muito risonha e esperta,
divertia-se a valer e, de vez em quando, levantava-se da mesa, para ir de carreira
levar lá fora ao número 12 um prato de comida à sua velha que, à última hora,
vindo-lhe o aborrecimento, resolvera não ir ao jantar. À sobremesa o esfogueado
amigo da dona da casa exigiu que a amante se lhe assentasse nas coxas e
dava-lhe beijos em presença de toda a companhia, o que fez com que Dona
Isabel, impaciente por afastar a filha daquele inferno, declarasse que sentia
muito calor e que ia lá para a porta esperar mais à fresca o café.
Florinda, sempre muito risonha e esperta,
divertia-se a valer e, de vez em quando, levantava-se da mesa, para ir de carreira
levar lá fora ao número 12 um prato de comida à sua velha que, à última hora,
vindo-lhe o aborrecimento, resolvera não ir ao jantar. À sobremesa o esfogueado
amigo da dona da casa exigiu que a amante se lhe assentasse nas coxas e
dava-lhe beijos em presença de toda a companhia, o que fez com que Dona
Isabel, impaciente por afastar a filha daquele inferno, declarasse que sentia
muito calor e que ia lá para a porta esperar mais à fresca o café.
Em casa de Rita Baiana a animação era inda maior. Firmo e Porfiro faziam
o diabo, cantando, tocando bestialógicos, arremedando a fala dos pretos
cassanges. Aquele não largava a cintura da mulata e só bebia no mesmo copo
com ela; o outro divertia-se a perseguir o Albino, galanteando-o afetadamente,
para fazer rir à sociedade. O lavadeiro indignava-se, dava o cavaco”. Leocádia,
a quem o vinho produzira delírios hilaridade, torcia-se em gargalhadas, tão
fortes e sacudidas que desconjuntavam a cadeira em que ela estava; e, muito
lubrificada pela bebedeira, punha os pesados pés sobre os de Porfiro, roçando as
pernas contra as dele e deixando-se apalpar pelo capadócio. O Bruno, defronte
dela, rubro e suado como se estivesse a trabalhar na forja, falava e gesticulava
sem se levantar, praguejando ninguém sabia contra quem. O Alexandre, à
paisana, assentado ao lado da mulher, conservava quase toda a sua seriedade e
pedia que não fizessem tanto barulho porque podiam ouvir da rua. E notou, em
voz misteriosa, que o Miranda tinha vindo já espiar por várias vezes da janela do
sobrado.
Em casa de Rita Baiana a animação era inda maior. Firmo e Porfiro faziam
o diabo, cantando, tocando bestialógicos, arremedando a fala dos pretos
cassanges. Aquele não largava a cintura da mulata e só bebia no mesmo copo
com ela; o outro divertia-se a perseguir o Albino, galanteando-o afetadamente,
para fazer rir à sociedade. O lavadeiro indignava-se, dava o cavaco”. Leocádia,
a quem o vinho produzira delírios hilaridade, torcia-se em gargalhadas, tão
fortes e sacudidas que desconjuntavam a cadeira em que ela estava; e, muito
lubrificada pela bebedeira, punha os pesados pés sobre os de Porfiro, roçando as
pernas contra as dele e deixando-se apalpar pelo capadócio. O Bruno, defronte
dela, rubro e suado como se estivesse a trabalhar na forja, falava e gesticulava
sem se levantar, praguejando ninguém sabia contra quem. O Alexandre, à
paisana, assentado ao lado da mulher, conservava quase toda a sua seriedade e
pedia que não fizessem tanto barulho porque podiam ouvir da rua. E notou, em
voz misteriosa, que o Miranda tinha vindo já espiar por várias vezes da janela do
sobrado.
— Que espie as vezes que quiser! bradou a Rita. Pois então a gente não é
senhora de estar um domingo em casa a seu gosto e com os amigos que
entender?!... Que vá pro diabo que o lixe! Eu não como nem bebo do que é dele!
Os dois mulatos e o Bruno também eram da mesma opinião. “Pois então!
Desde que se não ofendia, nem prejudicava a safardana nenhum com aquele
divertimento, não havia de que falar!”
— E que não entiquem muito, ameaçou o Firmo, que comigo é nove! E o
trunfo é paus!
O Porfiro exclamou:
— Se se incomodam com a gente... os incomodados são os que se mudam!
Ora pistolas!
— O domingo fez-se pra gozar!... resmungou o Bruno, deixando cair a
cabeça nos braços cruzados sobre a mesa.
Mas ergueu-se logo, cambaleando, e acrescentou, despindo o braço direito
até o ombro:
— Eles que se façam finos, que os racho!
— Que espie as vezes que quiser! bradou a Rita. Pois então a gente não é
senhora de estar um domingo em casa a seu gosto e com os amigos que
entender?!... Que vá pro diabo que o lixe! Eu não como nem bebo do que é dele!
Os dois mulatos e o Bruno também eram da mesma opinião. “Pois então!
Desde que se não ofendia, nem prejudicava a safardana nenhum com aquele
divertimento, não havia de que falar!”
— E que não entiquem muito, ameaçou o Firmo, que comigo é nove! E o
trunfo é paus!
O Porfiro exclamou:
— Se se incomodam com a gente... os incomodados são os que se mudam!
Ora pistolas!
— O domingo fez-se pra gozar!... resmungou o Bruno, deixando cair a
cabeça nos braços cruzados sobre a mesa.
Mas ergueu-se logo, cambaleando, e acrescentou, despindo o braço direito
até o ombro:
— Eles que se façam finos, que os racho!
O Alexandre procurou acalmá-lo, dando-lhe um charuto.
Em uma outra casinha do cortiço acabava de estalar uma nova sobremesa,
engrossando o barulho geral: era o jantar de um grupo de italianos mascates,
onde o Delporto, o Pompeo, o Francesco e o Andréa representavam as principais
figuras. Todos eles cantavam em coro, mais afinados que nas outras duas casas;
quase, porém, que se lhes não podia ouvir as vozes, tantas e tão estrondosas
eram as pragas que soltavam ao mesmo tempo. De quando em quando, de entre
o grosso e macho vozear dos homens, esguichava um falsete feminino, tão
estridente que provocava réplica aos papagaios e aos perus da vizinhança. E,
daqui e dali, iam rebentando novas algazarras em grupos formados cá e lá pela
estalagem. Havia nos operários e nos trabalhadores decidida disposição para
pandegar, para aproveitar bem, até ao fim, aquele dia de folga. A casa de pasto
fermentava revolucionada, como um estômago de bêbedo depois de grande
bródio, e arrotava sobre o pátio uma baforada quente e ruidosa que entontecia.
O Miranda apareceu furioso à janela, com o seu tipo de comendador, a
barriga empinada para a frente, de paletó branco, um guardanapo ao pescoço e
um trinchante empunhado na destra, como uma espada.
Alexandre trató de calmarlo, dándole un cigarro. En otra casita del conventillo, acababa de estallar un nuevo postre que se sumaba al bullicio general: era la cena de un grupo de vendedores ambulantes italianos, donde Delporto, Pompeo, Francesco y Andréa representaban las figuras principales. Todos cantaban a coro, más afinados que en las otras dos casas; casi, sin embargo, que sus voces no se podían oír, tantas y tan resonantes fueron las maldiciones que pronunciaron al mismo tiempo. De vez en cuando, en medio de las voces gruesas de los hombres, salía un falsete femenino, tan estridente que provocaba réplicas de los loros y pavos del vecindario. Y, de aquí y de allá, estallaron nuevos ruidos en grupos formados aquí y allá alrededor de la posada. Había en los obreros y en las trabajadoras una decidida disposición a la fiesta, a aprovechar al máximo ese día libre hasta el final. El restaurante fermentaba en estado de agitación, como el estómago de un borracho después de una gran bocanada, y un aliento caliente y ruidoso salía al patio, que mareaba. Miranda apareció furioso en la ventana, con aspecto de comandante, la barriga abultada, vestido con una chaqueta blanca, una servilleta al cuello y un tallador que sostenía en la mano derecha como una espada.
— Vão gritar pra o inferno, com um milhão de raios! berrou ele, ameaçando
para baixo. Isto também já é demais! Se não se calam, vou daqui direito chamar
a policia! Súcia de brutos!
Com os berros do Miranda muita gente chegou à porta de casa, e o coro de
gargalhadas, que ninguém podia conter naquele momento de alegria, ainda mais
o pôs fora de si.
— Ah, canalhas! O que eu devia fazer era atirar-lhes daqui, como a cães
danados!
Uma vaia uníssona ecoou em todo o pátio da estalagem, enquanto em volta
do negociante surgiam várias pessoas, puxando-o para dentro de casa.
— Que é isso, Miranda! Então! Estás agora a dar palha?...
— O que eles querem é que encordoes!...
— Saia daí papai!
— Olhe alguma pedrada, esta gente é capaz de tudo!
"¡Gritarán al infierno con un millón de rayos!" gritó, amenazando con bajar. ¡Esto también es demasiado! ¡Si no te callas, me iré directamente de aquí y llamaré a la policía! Escoria de brutos! Con los gritos de Miranda, mucha gente llegó a la puerta principal, y el coro de risas, que nadie pudo contener en ese momento de alegría, lo enloqueció aún más. “¡Ay, sinvergüenzas! ¡Lo que debo hacer es echarlos de aquí como perros rabiosos! Un abucheo al unísono resonó en todo el patio de la posada, mientras varias personas aparecían alrededor del comerciante, empujándolo hacia el interior de la casa. "¡Qué pasa, Miranda!" ¡Entonces! ¿Estás armando un escándalo ahora?... —¡Lo que quieren es que los encadenes!... —¡Fuera de ahí papi! — ¡Mira una piedra, esta gente es capaz de cualquier cosa!
E via-se de relance Dona Estela, com a sua palidez de flor meia fanada, e
Zulmira, lívida, um ar de fastio a fazê-la feia, e o Henriquinho, cada vez mais
bonito, e o velho Botelho, indiferente, a olhar para toda esta porcaria do mundo
com o profundo desprezo dos que já não esperam nada dos outros, nem de si
próprios.
— Canalhas! repisava o Miranda.
O Alexandre, que fora de carreira enfiar a sua farda, apresentou-se então e
disse ao negociante que não era prudente atirar insultos cá pra baixo. Ninguém o
tinha provocado! Se os moradores da estalagem jantavam em companhia de
amigos, lá em cima o Miranda também estava comendo com os seus
convidados! Era mau insultar, porque palavra puxa palavra, e, em caso de ter de
depor na policia, ele, Alexandre, deporia a favor de quem tivesse razão!...
— Fomente-se! respondeu o negociante, voltando-lhe as costas.
— Já se viu chubregas mais atrevido?! exclamou Firmo, que até ai estivera
calado, à porta da Rita, com as mãos nas cadeiras, a fitar provocadoramente o
Miranda.
E gritando mais alto, para ser bem ouvido:
— Facilita muito, meu boi manso, que te escorvo os galhos na primeira
ocasião!
Y se veía de un vistazo a doña Estela, con su palidez de flor medio marchita, y a Zulmira, lívida, un aire de aburrimiento la afeaba, y a Henriquinho, cada vez más guapo, y al viejo Botelho, indiferente, mirando a todos. esta basura en el mundo con el profundo desprecio de quien ya no espera nada de los demás, ni siquiera de sí mismo. — ¡Sinvergüenzas! repitió Miranda. Alexandre, que había estado fuera del negocio para ponerse el uniforme, se presentó y le dijo al comerciante que no era prudente lanzar insultos aquí. ¡Nadie lo había provocado! Si los habitantes de la posada cenaban con sus amigos, ¡arriba Miranda también cenaba con sus invitados! Era malo insultar, porque la palabra sigue a la palabra, y, en caso de que tuviera que declarar ante la policía, ¡él, Alexandre, declararía a favor de quien tuviera razón!... —¡Ánimo! respondió el comerciante, dándole la espalda. — ¡¿Habías visto chubregas más atrevidas?! exclamó Firmo, que hasta entonces había estado en silencio, en la puerta de Rita, con las manos en las caderas, mirando provocativamente a Miranda. Y gritando más fuerte, para ser bien oído: "¡Te lo hace mucho más fácil, mi manso buey, te cortaré las ramas a la primera que pueda!"
O Miranda foi arrancado com violência da janela, e esta fechada logo em
seguida com estrondo.
— Deixa lá esse labrego! resmungou Porfiro, tomando o amigo pelo braço e
fazendo-o recolher-se à casa da mulata. Vamos ao café, é o que é, antes que
esfrie!
Defronte da porta de Rita tinham vindo postar-se diversos moradores do
cortiço, jornaleiros de baixo salário, pobre gente miserável, que mal podia matar
a fome com o que ganhava. Ainda assim não havia entre eles um só triste. A
mulata convidou-os logo a comer um bocado e beber um trago. A proposta foi
aceita alegremente.
E a casa dela nunca se esvaziava.
El Miranda fue arrancado violentamente de la ventana y se cerró de golpe un momento después. "¡Deja a ese bastardo en paz!" refunfuñó Porfiro, tomando del brazo a su amigo y obligándolo a regresar a la casa de la mulata. ¡Vamos al café, es lo que es, antes de que se enfríe! Frente a la puerta de Rita habían llegado a postear varios vecinos del conventillo, jornaleros de bajos salarios, pobres miserables, que apenas podían saciar su hambre con lo que ganaban. Sin embargo, no había uno solo triste entre ellos. El mulato inmediatamente los invitó a comer un poco y tomar un trago. La propuesta fue felizmente aceptada. Y su casa nunca se vaciaba.
Anoitecia já.
O velho Libório, que jamais ninguém sabia ao certo onde almoçava ou
jantava, surgiu do seu buraco, que nem jabuti quando vê chuva.
Um tipão, o velho Libório! Ocupava o pior canto do cortiço e andava
sempre a fariscar os sobejos alheios, filando aqui, filando ali, pedindo a um e a
outro, como um mendigo, chorando misérias eternamente, apanhando pontas de
cigarro para fumar no cachimbo, cachimbo que o sumítico roubara de um pobre
cego decrépito. Na estalagem diziam todavia que Libório tinha dinheiro
aferrolhado, contra o que ele protestava ressentido, jurando a sua extrema
penaria. E era tão feroz o demônio naquela fome de cão sem dono, que as mães
recomendavam às suas crianças todo o cuidado com ele, porque o diabo do
velho, quando via algum pequeno desacompanhado, punha-se logo a rondá-lo, a
cercá-lo de festas e a fazer-lhe ratices para o engabelar, até conseguir furtar-lhe
o doce ou o vintenzinho que o pobrezito trazia fechado na mão.
Rita fê-lo entrar e deu-lhe de comer e de beber; mas sob condição de que o
esfomeado não se socasse demais, para não rebentar ali mesmo.
Se queria estourar, fosse estourar para longe!
Ya estaba oscuro. El viejo Liborio, que nunca nadie supo a ciencia cierta dónde almorzó ni cenó, salió de su agujero, como una tortuga cuando ve llover. ¡Un tipo, el viejo Liborio! Ocupaba la peor esquina del conventillo y siempre estaba rebuscando en las sobras de los demás, haciendo cola aquí, haciendo cola allá, mendigando a uno y a otro, como un mendigo, llorando infinitas miserias, recogiendo colillas para fumar en su pipa, una pipa que el Sumitic había robado a un pobre ciego decrépito. En la posada, sin embargo, se decía que Liborio tenía dinero encerrado, contra lo cual protestó resentido, jurando su castigo extremo. Y el demonio era tan feroz en el hambre de aquel perro callejero, que las madres recomendaban a sus hijos que tuvieran mucho cuidado con él, porque el demonio de un anciano, al ver a un pequeño desatendido, inmediatamente comenzaba a dar vueltas alrededor de él, cercándolo. Iba a fiestas y trataba de engañarlo, hasta que lograba robar el dulce o los veinte que el pobre tenía cerrado en la mano. Rita lo dejó entrar y le dio algo de comer y beber; pero con la condición de que el hambriento no se golpeara demasiado fuerte, para no reventar allí mismo. Si querías hacer estallar, ¡vete a estallar!
Ele pôs-se logo a devorar, sofregamente, olhando inquieto para os lados,
como se temesse que alguém lhe roubasse a comida da boca. Engolia sem
mastigar, empurrando os bocados com os dedos, agarrando-se ao prato e
escondendo nas algibeiras o que não podia de uma só vez meter para dentro do
corpo.
Ele pôs-se logo a devorar, sofregamente, olhando inquieto para os lados,
como se temesse que alguém lhe roubasse a comida da boca. Engolia sem
mastigar, empurrando os bocados com os dedos, agarrando-se ao prato e
escondendo nas algibeiras o que não podia de uma só vez meter para dentro do
corpo.
Causava terror aquela sua implacável mandíbula, assanhada e devoradora;
aquele enorme queixo, ávido, ossudo e sem um dente, que parecia ir engolir
tudo, tudo, principiando pela própria cara, desde a imensa batata vermelha que
ameaçava já entrar-lhe na boca, até as duas bochechinhas engelhadas, os olhos,
as orelhas, a cabeça inteira, inclusive a sua grande calva, lisa como um queijo e
guarnecida em redor por uns pêlos puídos e ralos como farripas de coco.
Firmo propôs embebedá-lo, só para ver a sorte que ele daria. O Alexandre e
a mulher opuseram-se, mas rindo muito; nem se podia deixar de rir, apesar do
espanto, vendo aquele resto de gente, aquele esqueleto velho, coberto por uma
pele seca, a devorar, a devorar sem tréguas, como se quisesse fazer provisão
para uma outra vida.
El terror lo causaba aquella mandíbula suya implacable, salvaje y devoradora; ese mentón enorme, ávido, huesudo y desdentado, que parecía que se lo iba a tragar todo, todo, empezando por su propia cara, desde la enorme patata roja que ya amenazaba con meterse en su boca, hasta las dos mejillas arrugadas, los ojos , las orejas, toda su cabeza, incluida su gran calva, suave como el queso y cubierta alrededor por un cabello fino y deshilachado como virutas de coco. Firmo le propuso emborracharlo, solo para ver la suerte que tendría. Alexandre y la mujer objetaron, pero riéndose mucho; no podías evitar reír, a pesar de tu asombro, al ver esos restos de gente, ese esqueleto viejo, cubierto de piel seca, devorando, devorando sin tregua, como si quisiera hacer provisiones para otra vida.
De repente, um pedaço de carne, grande demais para ser ingerido de uma
vez, engasgou-o seriamente. Libório começou a tossir, aflito, com os olhos
sumidos, a cara tingida de uma vermelhidão apoplética. A Leocádia, que era
quem lhe ficava mais perto, soltou-lhe um murro nas costas.
O glutão arremessou sobre a toalha da mesa o bocado de carne já meio
triturado.
Foi um nojo geral.
— Porco! gritou Rita, arredando-se.
— Pois se o bruto quer socar tudo ao mesmo tempo! disse Porfiro. Parece
que nunca viu comida, este animal!
E notando que ele continuava ainda mais sôfrego por ter perdido um
instante:
— Espere um pouco, lobo! Que diabo! A comida não foge! Há muito ai
com que te fartares por uma vez! Com efeito!
— Beba água, tio Libório! aconselhou Augusta.
E, boa, foi buscar um copo de água e levou-lho a boca.
O velho bebeu, sem despregar os olhos do prato.
De repente, un trozo de carne, demasiado grande para comérselo de una vez, lo atragantó gravemente. Liborio empezó a toser, angustiado, con los ojos hundidos, el rostro manchado de un enrojecimiento apopléjico. Leocádia, que estaba más cerca de él, le dio un puñetazo en la espalda. El glotón arrojó el trozo de carne medio triturado sobre el mantel. Fue un disgusto general. - ¡Cerdo! Rita gritó, alejándose. — ¡Pues si el bruto quiere dar puñetazos a todo a la vez! dijo Porfiro. ¡Parece que nunca ha visto comida, este animal! Y notando que aún tenía más ganas de haber perdido un momento: —¡Espera un poco, lobo! ¡Que diablo! ¡La comida no se escapa! ¡Hay mucho allí para llenarse por una vez! ¡Con efecto! "¡Toma agua, tío Liborio!" aconsejó Augusta. Y bueno, fue a buscar un vaso de agua y se lo metió en la boca. El anciano bebió sin apartar la vista del plato.
Arre diabo! resmungou Porfiro, cuspindo para o lado. Este é mesmo capaz
de comer-nos a todos nós, sem achar espinhas!
Albino, esse, coitado! é que não comia quase nada e o pouco que conseguia
meter no estômago fazia-lhe mal. Rita, para bolir com ele, disse que semelhante
fastio era gravidez com certeza.
— Você já começa, hein?... balbuciou o pobre moço, esgueirando-se com a
sua xícara de café.
— Olha, cuidado! gritou-lhe a mulata. Pouco café, que faz mal ao leite, e a
criança pode sair trigueira!
Arre diablo! gruñó Porfiro, escupiendo a un lado. ¡Este es incluso capaz de comernos a todos sin encontrar huesos! ¡Albino, ese, pobre tipo! es que no comía casi nada y lo poco que lograba meter en el estómago le hacía mal. Rita, para burlarse de él, dijo que tal molestia definitivamente era un embarazo. — Ya estás empezando, ¿eh?... balbuceó el pobre, escabulléndose con su taza de café. "¡Mira, ten cuidado!" le gritó la mulata. ¡Demasiado poco café, que es malo para la leche, y el niño puede salir moreno!
O Albino voltou para dizer muito sério à Rita que não gostava dessas
brincadeiras.
Alexandre, que havia acendido um charuto, depois de oferecer outros,
galantemente, aos companheiros, arriscou, para também fazer a sua pilhéria, que
o sonso do Albino fora pilhado às voltas com a Bruxa no capinzal dos fundos da
estalagem, debaixo das mangueiras.
Só a Leocádia achou graça nisto e riu a bandeiras despregadas. Albino
declarou, quase chorando, que ele não mexia com pessoa alguma, e que
ninguém, por conseguinte, devia mexer com ele.
— Mas afinal, perguntou Porfiro, é mesmo exato que este pamonha não
conhece mulher?...
— Ele é quem pode responder! acudiu a mulata. E esta história vai ficar
hoje liquidada! Vamos lá, ó Albino! confessa-nos tudo, ou mal te terás de haver
com a gente!
O Albino voltou para dizer muito sério à Rita que não gostava dessas
brincadeiras.
Alexandre, que havia acendido um charuto, depois de oferecer outros,
galantemente, aos companheiros, arriscou, para também fazer a sua pilhéria, que
o sonso do Albino fora pilhado às voltas com a Bruxa no capinzal dos fundos da
estalagem, debaixo das mangueiras.
Só a Leocádia achou graça nisto e riu a bandeiras despregadas. Albino
declarou, quase chorando, que ele não mexia com pessoa alguma, e que
ninguém, por conseguinte, devia mexer com ele.
— Mas afinal, perguntou Porfiro, é mesmo exato que este pamonha não
conhece mulher?...
— Ele é quem pode responder! acudiu a mulata. E esta história vai ficar
hoje liquidada! Vamos lá, ó Albino! confessa-nos tudo, ou mal te terás de haver
com a gente!
— Se eu soubesse que era para isto que me chamaram não tinha vindo cá,
sabe? gaguejou o lavadeiro, amuado. Eu não sirvo de palito!
E ter-se-ia retirado chorando, se a Rita não lhe cortasse a saída, dizendo,
como se falasse a uma criatura do seu sexo, mais fraca do que ela:
— Ora não sejas tolo! Deixa-te ficar ai! Se deres o cavaco é pior!
Albino limpou as lágrimas e foi sentar-se de novo.
Entretanto, a noite fechava-se, refrescando a tarde com o sudoeste. Bruno
roncava no lugar em que tinha jantado. A Leocádia passara livremente a perna
para cima da de Porfiro, que a abraçava, bebendo parati aos cálices.
Mas o Firmo lembrou que seria melhor irem lá para fora; e todos, menos o
Bruno, dispuseram-se a deixar a sala, enquanto o velho Libório! pedia a
Alexandre um cigarro para despejar no cachimbo. Servido, o filante desapareceu
logo, correndo ao faro de outros jantares. Rita, Augusta e Albino ficaram
lavando a louça e arrumando a casa.
— Si hubiera sabido que para eso me llamaron, no hubiera venido aquí, ¿sabes? tartamudeó el lavandero, enfurruñado. ¡No sirvo de palillo! Y se hubiera ido llorando si Rita no lo hubiera interrumpido, diciendo, como si hablara con una criatura de su sexo, más débil que ella: —¡Ya no seas tonta! ¡Permanecer allí! Si le das el chip es peor! Albino se secó las lágrimas y fue a sentarse de nuevo. Mientras tanto, la noche se acercaba, refrescando la tarde con el suroeste. Bruno estaba roncando en el lugar donde había cenado. Leocádia había cruzado libremente su pierna sobre la de Porfiro, que la abrazaba bebiendo para ti de las copas. Pero Firmo recordó que sería mejor que salieran afuera; y todos, menos Bruno, se dispusieron a salir de la habitación, ¡mientras el viejo Liborio! le pediría a Alexandre un cigarrillo para poner en su pipa. Servido, el filante pronto desapareció, corriendo tras el olor de otras cenas. Rita, Augusta y Albino se quedaron lavando los platos y ordenando la casa.
Lá fora o coro dos italianos se prolongava numa cadência monótona e
arrastada, em que havia muito peso de embriaguez. Junto à porta de várias casas
faziam-se grupos de pessoas assentadas em cadeiras ou no chão; mas a roda da
Rita Baiana era a maior, porque fora engrossada pelos convivas da das Dores. O
fumo dos cachimbos e dos charutos elevava-se de toda a parte. Decrescera o
ruído geral; fazia-se a digestão; já ninguém discutia e todos conversavam.
Acendeu-se o lampião do pátio. Iluminaram-se diversas janelas das
casinhas.
Afuera, el coro de italianos se demoraba en una cadencia monótona y prolongada, en la que había un gran peso de borrachera. En la puerta de varias casas había grupos de personas sentadas en sillas o en el suelo; pero el círculo de Rita Baiana era el más grande, porque se habían sumado los invitados de das Dores. El humo de las pipas y los cigarros se elevaba por todas partes. Disminución del ruido general; se llevó a cabo la digestión; ya nadie discutía y todos hablaban. La lámpara del patio estaba encendida. Varias ventanas de las casas se iluminaron.
Agora, no sobrado do Miranda é que era o maior barulho. Saia de lá uma
terrível gritaria de hipes e hurras, virgulada pelo desarrolhar de garrafas de
champanha.
— Como eles atacam!... observou Alexandre, já de novo sem farda.
— E, no entanto, reprovam que a gente coma o que é seu com um pouco
mais de alegria! comentou a Rita. Uma súcia!
Nun war es das Haus von Miranda, wo der größte Lärm herkam. Ein schrecklicher Gebrüll an hipp hurras hallte herüber, vermischt mit dem Klingen von Champagnerflaschen.
"Die wollen provozieren!", bemerkte Alexandre, der nun keine Uniform mehr trug.
"Und beschweren sich, dass die Leute essen was ihnen gehört und dabei ein bisschen Spaß haben!", kommentierte Rita, "eine Saubande."
Falou-se então largamente a respeito da família do Miranda, principalmente
de Dona Estela e do Henrique. A Leocádia afiançou que, numa ocasião,
espiando por cima do muro, trepada num montão de garrafas vazias que havia
no pátio do cortiço, vira a sirigaita com a cara agarrada à do estudante, aos
beijos e aos abraços, que era obra; e assim que os dois deram fé que ela os
espreitava, deitaram a fugir que nem cães apedrejados.
A Augusta Carne-Mole benzeu-se, com uma invocação à Virgem
Santíssima, e o companheiro do amigo da das Dores, que insistia no seu namoro
com a Nenen, mostrou-se muito admirado com a noticia, “supunha Dona Estela
um modelo de seriedade”.
En esa época se habló mucho de la familia de Miranda, principalmente doña Estela y Henrique. Leocádia aseguró que, en una ocasión, asomándose por encima del muro, subiéndose a un montón de botellas vacías que había en el patio del conventillo, vio a la minx con el rostro pegado al de la alumna, besándose y abrazándose, que era el trabajo; y tan pronto como los dos creyeron que ella los estaba mirando, comenzaron a huir como perros muertos a pedradas. Augusta Carne-Mole se persignó, con una advocación a la Santísima Virgen, y la compañera del amigo de las Dores, que insistía en su noviazgo con Nenen, quedó muy sorprendida con la noticia, “doña Estela se suponía que era modelo de gravedad".
— Qual! negou Alexandre. Isso por ai é tudo uma pouca-vergonha, que faz
descrer um homem de si mesmo! Eu também já vi de uma feita bem boas coisas
pela sombra dela na parede; mas não era com o estudante, era com um sujeito
que lá ia às vezes, um barbado, careca e comido de bexigas. E a pequena vai
pelo mesmo conseguinte...
Esta novidade produziu grande surpresa no grupo inteiro. Quiseram os
pormenores e o Alexandre não se fez de rogado: o namoro da Zulmira era com
um rapazola magro, de lunetas, bigode louro, bem vestido, que lhe rondava a
casa à noite e às vezes de madrugada. Parecia estudante!
— O que eles têm feito? inquiriu a das Dores.
— Por enquanto a coisa não passa de namorico da janela para a rua.
Conversam sempre naquela última do lado de lá de fora. Já os tenho apreciado
quando estou de serviço. Ele fala muito em casamento e a pequena o quer; mas,
pelo jeito, o velho é que lhe corta as asas.
— Ele não tem entrada na casa?
— Não! Pois isso é que eu acho feio...! Se ele quer casar com a menina,
devia entender-se com a família e não estar agora daqui debaixo a fazer-lhe
fosquinhas!
— Sim, intrometeu-se o Firmo; mas não vê que aquele mesmo, o Miranda,
vai dar a filha a um estudante! Guarda-a para um dos seus... Quem sabe até se o
bruto não tem já de olho por ai algum cafezista pé-de-boi!... Eu sei o que é essa
gente!
— Por isso é que se vê tanta porcaria por esse mundo de Cristo! disse a
Augusta. Filha minha só se casará com quem ela bem quiser; que isto de
casamentos empurrados à força acabam sempre desgraçando tanto a mulher
como o homem! Meu marido é pobre e é de cor, mas eu sou feliz, porque casei
por meu gosto!
— Ora! Mais vale um gosto que quatro vinténs!
- ¡Cual! negó Alejandro. ¡Todo eso es un poco de vergüenza, lo que hace que un hombre no se crea a sí mismo! También he visto algunas cosas bastante buenas de su sombra en la pared; pero no era con el estudiante, era con un tipo que iba allí a veces, un tipo barbudo, calvo y carcomido. Y el pequeño va igual... Esta noticia produjo gran sorpresa en todo el grupo. Querían los detalles y Alexandre no dudó: el romance de Zulmira era con un joven delgado, con catalejos, bigote rubio, bien vestido, que merodeaba por su casa por la noche ya veces de madrugada. ¡Parecía un estudiante! “¿Qué han estado haciendo? preguntó das Dores. — Por ahora es solo un coqueteo de la ventana a la calle. Siempre hablan de eso último afuera. Ya los he apreciado cuando estoy de servicio. Habla mucho de matrimonio y el pequeño lo quiere; pero, al parecer, el anciano se corta las alas. "¿Él no tiene entrada a la casa?" - ¡No! Bueno, eso es lo que creo que es feo...! ¡Si quiere casarse con la chica, debería llegar a un acuerdo con la familia y no estar aquí besándose con ella! —Sí, intervino Firmo; ¡pero no ve que el mismo, Miranda, le va a dar a su hija a un estudiante! Guárdalo para uno de los suyos... ¡Quién sabe aunque el bruto no tenga ya el ojo puesto en alguna cafetera de pata de buey!... ¡Sé lo que es esta gente! — ¡Por eso ves tanta basura en este mundo de Cristo! dijo Augusta. Mi hija sólo se casará con quien ella quiera; ¡que estos matrimonios forzados siempre terminan por deshonrar tanto a la mujer como al hombre! Mi marido es pobre y es de color, pero yo soy feliz, porque me casé según mi gusto! - ¡Ahora! ¡Un sabor es mejor que cuatro centavos!
Nisto começou a gemer à porta do 35 uma guitarra; era de Jerônimo. Depois
da ruidosa alegria e do bom humor, em que palpitara àquela tarde toda a
república do cortiço, ela parecia ainda mais triste e mais saudosa do que nunca:
“Minha vida tem desgostos,
Que só eu sei compreender...
Quando me lembro da terra
Parece que vou morrer...”
E, com o exemplo da primeira, novas guitarras foram acordando. E, por fim,
a monótona cantiga dos portugueses enchia de uma alma desconsolada o vasto
arraial da estalagem, contrastando com a barulhenta alacridade que vinha lá de
cima, do sobrado do Miranda.
“Terra minha, que te adoro,
Quando é que eu te torno a ver?
Leva-me deste desterro;
Basta já de padecer.”
En ese momento una guitarra empezó a gemir en la puerta del 35; Era de Jerónimo. Después de la ruidosa alegría y el buen humor, en que palpitaba toda la casa de vecindad aquella tarde, parecía aún más triste y melancólica que nunca: “Mi vida tiene penas, que sólo yo puedo entender... Cuando recuerdo la terra me siento como Me voy a morir...” Y, con el ejemplo del primero, empezaron a despertar guitarras nuevas. Y, finalmente, el monótono canto de los portugueses llenó de un alma desconsolada el vasto campamento de la posada, contrastando con la estruendosa alegría que llegaba desde arriba, desde el dos pisos de Miranda. “Tierra mía, que te adoro, ¿cuándo te volveré a ver? Llévame de este destierro; Ya basta de sufrir”.
Abatidos pelo fadinho harmonioso e nostálgico dos desterrados, iam todos,
até mesmo os brasileiros, se concentrando e caindo em tristeza; mas, de repente,
o cavaquinho do Porfiro, acompanhado pelo violão do Firmo, romperam
vibrantemente com um chorado baiano. Nada mais que os primeiros acordes da
música crioula para que o sangue de toda aquela gente despertasse logo, como se
alguém lhe fustigasse o corpo com urtigas bravas. E seguiram-se outras notas, e
outras, cada vez mais ardentes e mais delirantes. Já não eram dois instrumentos
que soavam, eram lúbricos gemidos e suspiros soltos em torrente, a correrem
serpenteando, como cobras numa floresta incendiada; eram ais convulsos,
chorados em frenesi de amor; música feita de beijos e soluços gostosos; carícia
de fera, carícia de doer, fazendo estalar de gozo.
Abatidos por el fadinho armonioso y nostálgico de los exiliados, todos iban, incluso los brasileños, concentrándose y cayendo en la tristeza; pero, de repente, el cavaquinho de Porfiro, acompañado de la guitarra de Firmo, estalló vibrante con un choro bahiano. Nada más que los primeros acordes de la música criolla para despertar la sangre de toda esa gente de inmediato, como si alguien te estuviera picando el cuerpo con ortigas silvestres. Y siguieron otras notas, y otras, cada vez más ardientes y más delirantes. Ya no eran dos instrumentos los que sonaban, eran gemidos y suspiros lujuriosos liberados a raudales, corriendo y serpenteando, como serpientes en un bosque en llamas; estaban convulsionados, lloraban en un frenesí de amor; música hecha de besos y sollozos deliciosos; La caricia de una fiera, la caricia del dolor, haciéndote estallar de placer.
E aquela música de fogo doidejava no ar como um aroma quente de plantas brasileiras, em torno das quais se nutrem, girando, moscardos sensuais e besouros venenosos, freneticamente, bêbedos do delicioso perfume que os mata de volúpia. E à viva crepitação da música baiana calaram-se as melancólicas toadas dos
de além-mar. Assim à refulgente luz do trópicos amortece a fresca e doce
claridade dos céus da Europa, como se o próprio sol americano, vermelho e
esbraseado, viesse, na sua luxúria de sultão, beber a lágrima medrosa da decaída
rainha dos mares velhos.
Jerônimo alheou-se de sua guitarra e ficou com as mãos esquecidas sobre as
cordas, todo atento para aquela música estranha, que vinha dentro dele continuar
uma revolução começada desde a primeira vez em que lhe bateu em cheio no
rosto, como uma bofetada de desafio, a luz deste sol orgulhoso e selvagem, e lhe
cantou no ouvido o estribilho da primeira cigarra, e lhe acidulou a garganta o
suco da primeira fruta provada nestas terras de brasa, e lhe entonteceu a alma o
aroma do primeiro bogari, e lhe transtornou o sangue o cheiro animal da
primeira mulher, da primeira mestiça, que junto dele sacudiu as saias e os
cabelos.
Y esa música de fuego flotaba en el aire como el cálido aroma de las plantas brasileñas, alrededor de las cuales se alimentan moscas sensuales y escarabajos venenosos, arremolinándose, embriagados frenéticamente del delicioso perfume que los mata de placer. Y al crujido vivo de la música bahiana, las melodías melancólicas de la gente de ultramar enmudecieron. Así, en la luz refulgente del trópico, se humedece la fresca y dulce claridad de los cielos de Europa, como si el mismo sol americano, rojo y llameante, hubiera venido, en su lujuria de sultán, a beber las lágrimas espantosas de la reina caída. de los viejos mares. Jerônimo se alejó de su guitarra y se quedó con las manos olvidadas sobre las cuerdas, todos atentos a esa música extraña, que venía dentro de él para continuar una revolución iniciada desde la primera vez que lo golpeó de lleno en la cara, como una bofetada de desafío. , a la luz de este sol orgulloso y salvaje, y el estribillo de la primera cigarra cantó en su oído, y el jugo de los primeros frutos probados en estas tierras de brasas le acidificó la garganta, y el aroma del primer bogari le hizo el alma mareado, y le molestó la sangre, el olor animal de la primera mujer, la primera mestiza, que se sacudía la falda y el pelo a su lado.
— Que tens tu, Jeromo?... perguntou-lhe a companheira, estranhando-o.
— Espera, respondeu ele, em voz baixa: deixa ouvir!
Firmo principiava a cantar o chorado, seguido por um acompanhamento de
palmas.
Jerônimo levantou-se, quase que maquinalmente, e seguido por Piedade,
aproximou-se da grande roda que se formara em torno dos dois mulatos. Ai, de
queixo grudado às costas das mãos contra uma cerca de jardim, permaneceu,
sem tugir nem mugir, entregue de corpo e alma àquela cantiga sedutora e
voluptuosa que o enleava e tolhia, como à robusta gameleira brava o cipó
flexível, carinhoso e traiçoeiro.
"¿Qué te pasa, Jeromo?", preguntó su compañero, encontrándolo extraño. —Espera, respondió, en voz baja: ¡que se escuche! Firmo comenzó a cantar el choro, seguido de palmas. Jerônimo se levantó, casi mecánicamente, y seguido de Piedade, se acercó al gran círculo que se había formado alrededor de los dos mulatos. Allí, con la barbilla apoyada en el dorso de las manos contra la cerca de un jardín, se quedó, sin mugir ni mugir, entregándose en cuerpo y alma a ese canto seductor y voluptuoso que lo atraía y estorbaba, como la vid flexible, cariñosa y traicionera a el robusto gamel silvestre. .
E viu a Rita Baiana, que fora trocar o vestido por uma saia, surgir de ombros
e braços nus, para dançar. A lua destoldara-se nesse momento, envolvendo-a na
sua coma de prata, a cujo refulgir os meneios da mestiça melhor se acentuavam,
cheios de uma graça irresistível, simples, primitiva, feita toda de pecado, toda de
paraíso, com muito de serpente e muito de mulher.
Ela saltou em meio da roda, com os braços na cintura, rebolando as ilhargas
e bamboleando a cabeça, ora para a esquerda, ora para a direita, como numa
sofreguidão de gozo carnal, num requebrado luxurioso que a punha ofegante; já
correndo de barriga empinada; já recuando de braços estendidos, a tremer toda,
como se se fosse afundando num prazer grosso que nem azeite, em que se não
toma pé e nunca se encontra fundo. Depois, como se voltasse à vida, soltava um
gemido prolongado, estalando os dedos no ar e vergando as pernas, descendo,
subindo, sem nunca parar com os quadris, e em seguida sapateava, miúdo e
cerrado, freneticamente, erguendo e abaixando os braços, que dobrava, ora um,
ora outro, sobre a nuca, enquanto a carne lhe fervia toda, fibra por fibra,
tirilando.
Y vio a Rita Baiana, que había ido a cambiarse el vestido por una falda, salir con los hombros y los brazos desnudos a bailar. La luna se había deshecho en ese momento, envolviéndola en su coma plateada, cuyo brillo los movimientos del mestizo eran aún más acentuados, llenos de una gracia irresistible, simple, primitiva, hecha enteramente de pecado, enteramente de paraíso, con mucho de serpiente y mucho de de mujer Saltó en medio del círculo, con los brazos en las caderas, rodando los costados y balanceando la cabeza, ya a la izquierda, ya a la derecha, como en un afán de placer carnal, en un balanceo lujurioso que la dejaba sin aliento; ya corriendo sobre su vientre; ya retrocediendo con los brazos extendidos, temblando por todas partes, como si se hundiera en un placer espeso como el aceite, en el que no te levantas y nunca encuentras el fondo. Luego, como si volviera a la vida, soltaba un gemido prolongado, chasqueaba los dedos en el aire y doblaba las piernas, bajaba, subía, sin detenerse nunca con las caderas, y luego bailaba claqué, pequeño y apretado, frenéticamente, subiendo y bajando los brazos, que cruzaba, ahora uno, ahora el otro, sobre la nuca, mientras su carne hervía por todas partes, fibra a fibra, retorciéndose.
Em torno o entusiasmo tocava ao delírio; um grito de aplausos explodia de
vez em quando, rubro e quente como deve ser um grito saído do sangue. E as
palmas insistiam, cadentes, certas, num ritmo nervoso, numa persistência de
loucura. E, arrastado por ela, pulou à arena o Firmo, ágil, de borracha, a fazer
coisas fantásticas com as pernas, a derreter-se todo, a sumir-se no chão, a
ressurgir inteiro com um pulo, os pés no espaço, batendo os calcanhares, os
braços a querer fugirem-lhe dos ombros, a cabeça a querer saltar-lhe. E depois,
surgiu também a Florinda, e logo o Albino e até, quem diria! o grave e
circunspecto Alexandre.
El entusiasmo era casi delirante por todos lados; un grito de aplauso estallaba de vez en cuando, rojo y caliente como debe ser un grito de sangre. Y las palmas insistieron, cayendo, seguras, en un ritmo nervioso, en una persistencia de locura. Y, arrastrado por él, Firmo saltó a la arena, ágil, de goma, haciendo cosas fantásticas con sus piernas, derritiéndose por completo, desapareciendo en el suelo, resurgiendo entero de un salto, los pies en el espacio, taconeando sus talones, sus brazos. queriendo escapar de sus hombros, su cabeza queriendo saltar. Y entonces apareció también Florinda, y luego Albino y hasta, ¡quién sabe! el grave y circunspecto Alejandro.
O chorado arrastava-os a todos, despoticamente, desesperando aos que não
sabiam dançar. Mas, ninguém como a Rita; só ela, só aquele demônio, tinha o
mágico segredo daqueles movimentos de cobra amaldiçoada; aqueles requebros
que não podiam ser sem o cheiro que a mulata soltava de si e sem aquela voz
doce, quebrada, harmoniosa, arrogante, meiga e suplicante.
E Jerônimo via e escutava, sentindo ir-se-lhe toda a alma pelos olhos
enamorados.
El llanto los arrastraba a todos, despóticamente, desesperando a los que no sabían bailar. Pero nadie como Rita; sólo ella, sólo ese demonio, tenía el mágico secreto de aquellos malditos movimientos de serpiente; esos retorcimientos que no podían estar sin el olor que desprendía la mulata y sin esa voz dulce, quebrada, armoniosa, soberbia, dulce, suplicante. Y Jerónimo miraba y escuchaba, sintiendo salir toda su alma por sus ojos enamorados.
Naquela mulata estava o grande mistério, a síntese das impressões que ele
recebeu chegando aqui: ela era a luz ardente do meio-dia; ela era o calor
vermelho das sestas da fazenda; era o aroma quente dos trevos e das baunilhas,
que o atordoara nas matas brasileiras; era a palmeira virginal e esquiva que se
não torce a nenhuma outra planta; era o veneno e era o açúcar gostoso; era o
sapoti mais doce que o mel e era a castanha do caju, que abre feridas com o seu
azeite de fogo; ela era a cobra verde e traiçoeira, a lagarta viscosa, a muriçoca
doida, que esvoaçava havia muito tempo em torno do corpo dele,
assanhando-lhe os desejos, acordando-lhe as fibras embambecidas pela saudade
da terra, picando-lhe as artérias, para lhe cuspir dentro do sangue uma centelha
daquele amor setentrional, uma nota daquela música feita de gemidos de prazer,
uma larva daquela nuvem de cantáridas que zumbiam em torno da Rita Baiana e
espalhavam-se pelo ar numa fosforescência afrodisíaca.
En esa mulata estaba el gran misterio, la síntesis de las impresiones que recibió al llegar aquí: ella era la luz ardiente del mediodía; ella era el calor rojo de las siestas de campo; era el cálido aroma del trébol y la vainilla lo que lo había aturdido en los bosques brasileños; era la virginal y esquiva palmera que no se doblega ante ninguna otra planta; fue el veneno y fue el azúcar dulce; fue el chicozapote más dulce que la miel y fue el marañón, que abre las heridas con su aceite de fuego; ella era la serpiente verde y traicionera, la oruga babosa, la comadreja loca, que hacía mucho tiempo revoloteaba alrededor de su cuerpo, avivando sus deseos, despertando sus fibras entumecidas por el anhelo de la tierra, picando sus arterias, para escupió en su sangre una chispa de ese amor norteño, una nota de esa música hecha de gemidos de placer, una larva de esa nube de cantáridas que zumbaba alrededor de Rita Baiana y se esparcía por el aire en una fosforescencia afrodisíaca.
Isto era o que Jerônimo sentia, mas o que o tonto não podia conceber. De
todas as impressões daquele resto de domingo só lhe ficou no espírito o
entorpecimento de uma desconhecida embriaguez, não de vinho, mas de mel
chuchurreado no cálice de flores americanas, dessas muito alvas, cheirosas e
úmidas, que ele na fazenda via debruçadas confidencialmente sobre os limosos
pântanos sombrios, onde as oiticicas trescalam um aroma que entristece de
saudade.
Esto fue lo que sintió Jerónimo, pero lo que el tonto no pudo concebir. De todas las impresiones de ese resto del domingo, lo único que le quedó en la mente fue el adormecimiento de una embriaguez desconocida, no de vino, sino de miel salteada en un cáliz de flores americanas, esas blanquísimas, fragantes y húmedas, que vería confiadamente agachado en la finca, los cenagosos lodosos y oscuros, donde las oiticicas exhalan un aroma que entristece de añoranza.
E deixava-se ficar, olhando. Outras raparigas dançaram, mas o português só
via a mulata, mesmo quando, prostrada, fora cair nos braços do amigo. Piedade,
a cabecear de sono, chamara-o várias vezes para se recolherem; ele respondeu
com um resmungo e não deu pela retirada da mulher.
Passaram-se horas, e ele também não deu pelas horas que fugiram.
O circulo do pagode aumentou: vieram de lá defronte a Isaura e a Leonor, o
João Romão e a Bertoleza, desembaraçados da sua faina, quiseram dar fé da
patuscada um instante antes de caírem na cama; a família do Miranda pusera-se
à janela, divertindo-se com a gentalha da estalagem; reunira povo lá fora na rua;
mas Jerônimo nada vira de tudo isso; nada vira senão uma coisa, que lhe
persistia no espírito: a mulata ofegante a resvalar voluptuosamente nos braços
do Firmo.
Y se quedó, mirando. Otras muchachas bailaron, pero la portuguesa sólo vio a la mulata, aun cuando, postrada, fue a caer en brazos de su amiga. Piedade, cabeceando, lo había llamado varias veces para que se acostara; respondió con un gruñido y no se dio cuenta de la retirada de la mujer. Pasaron las horas, y él tampoco se dio cuenta de las horas en que huyeron. El círculo alrededor de la pagoda se ensanchó: Isaura y Leonor, João Romão y Bertoleza salieron de allí frente a ellos, liberados de su trabajo, querían confirmar la fiesta por un instante antes de caer en la cama; La familia de Miranda se sentaba junto a la ventana, divirtiéndose con la chusma de la posada; gente reunida afuera en la calle; pero Jerónimo no había visto nada de todo esto; sólo había visto una cosa, que persistía en su mente: la mulata jadeante deslizándose voluptuosamente en los brazos de Firmo.
Só deu por si, quando, já pela madrugada, se calaram de todo os
instrumentos e cada um dos folgadores se recolheu à casa.
E viu a Rita levada para o quarto pelo seu homem, que a arrastava pela
cintura.
Jerônimo ficou sozinho no meio da estalagem. A lua, agora inteiramente
livre das nuvens que a perseguiam, lá ia caminhando em silêncio na sua viagem
misteriosa. As janelas do Miranda fecharam-se. A pedreira, ao longe, por detrás
da última parede do cortiço, erguia-se como um monstro iluminado na sua paz.
Uma quietação densa pairava já sobre tudo; só se distinguiam o bruxulear dos
pirilampos na sombra das hortas e dos jardins, e os murmúrios das árvores que
sonhavam.
Sólo se dio cuenta cuando, ya de madrugada, todos los instrumentos se detuvieron y cada uno de los ociosos se retiró a la casa. Y vio a Rita llevada al dormitorio por su hombre, que la arrastraba por la cintura. Jerónimo estaba solo en medio de la posada. La luna, ahora completamente libre de las nubes que la perseguían, caminaba en silencio en su misterioso viaje. Las ventanas del Miranda se cerraron. La cantera, a lo lejos, detrás del último muro del conventillo, se alzaba como un monstruo iluminado en su paz. Una densa quietud ya se cernía sobre todo; sólo se distinguía el parpadeo de las luciérnagas a la sombra de las huertas y jardines, y el murmullo de los árboles soñadores.
Mas Jerônimo nada mais sentia, nem ouvia, do que aquela música
embalsamada de baunilha, que lhe entontecera a alma; e compreendeu
perfeitamente que dentro dele aqueles cabelos crespos, brilhantes e cheirosos, da
mulata, principiavam a formar um ninho de cobras negras e venenosas, que lhe
iam devorar o coração.
E, erguendo a cabeça, notou no mesmo céu, que ele nunca vira senão depois
de sete horas de sono, que era já quase ocasião de entrar para o seu serviço, e
resolveu não dormir, porque valia a pena esperar de pé
Pero Jerónimo nada sintió, ni escuchó nada, que aquella música embalsamada de vainilla, que le había mareado el alma; y entendió perfectamente que en su interior aquellos cabellos rizados, brillantes y perfumados de mulata comenzaban a formar un nido de serpientes negras y venenosas que iban a devorarle el corazón. Y, alzando la cabeza, notó en el mismo cielo, que nunca había visto hasta después de siete horas de sueño, que era casi la hora de entrar a su servicio, y decidió no dormir, porque valía la pena esperar de pie.