No dia seguinte, Jerônimo largou o trabalho à hora de almoçar e, em vez de
comer lá mesmo na pedreira com os companheiros, foi para casa. Mal tocou no
que a mulher lhe apresentou à mesa e meteu-se logo depois na cama,
ordenando-lhe que fosse ter com João Romão e lhe dissesse que ele estava
incomodado e ficava de descanso aquele dia.
— Que tens tu, Jeromo?...
— Morrinhento, filha... Vai, anda!
— Mas sentes-te mal?
— Ó mulher! vai fazer o que te disse e ao depois então darás à língua!
— Valha-me a Virgem! Não sei se haverá chá preto na venda!
Al día siguiente, Jerónimo salió del trabajo a la hora del almuerzo y, en lugar de comer allí mismo en la cantera con sus compañeros, se fue a su casa. Tan pronto como tocó lo que la mujer le presentó en la mesa, inmediatamente se metió en la cama, ordenándole que fuera a donde Joao Romão y le dijera que estaba incómodo y que estaba descansando ese día. — ¿Qué te pasa, Jeromo?... — Moriéndote, hija... ¡Anda, anda! — ¿Pero te sientes mal? — ¡Oh mujer! ¡Ve a hacer lo que te dije y luego sacarás la lengua! — ¡Ay de mí la Virgen! ¡No sé si habrá té negro a la venta!
E ela saiu, aflita. Qualquer novidade no marido, por menor que fosse,
punha-a doida. “Pois um homem rijo, que nunca caia doente? Seria a febre
amarela?... Jesus, Santo Filho de Maria, que nem pensar nisso era bom! Credo!”
A notícia espalhou-se logo ali entre as lavadeiras.
— Foi da friagem da noite, afirmou a Bruxa, e deu um pulo à casa do
trabalhador para receitar.
O doente repeliu-a, pedindo-lhe que o deixasse em paz; que ele do que
precisava era de dormir. Mas não o conseguiu: atrás da Bruxa correu a segunda
mulher, e a terceira, e a quarta; e, afinal, fez-se durante muito tempo em sua casa
um entrar e sair de saias. Jerônimo perdeu a paciência e ia protestar brutalmente
contra semelhante invasão, quando, pelo cheiro, sentiu que a Rita se aproximava
também.
Y ella se fue, angustiada. Cualquier novedad sobre su marido, por pequeña que fuera, la volvía loca. “¿Para un hombre duro, que nunca enferma? ¿Será la fiebre amarilla?... ¡Jesús, Santo Hijo de María, que bueno ni pensarlo! ¡Credo!" La noticia no tardó en correr entre las lavanderas. "Era el frío de la noche", dijo la Bruja, y fue a la casa del trabajador a prescribir. El paciente la repelió, pidiéndole que lo dejara en paz; que lo que necesitaba era dormir. Pero no lo consiguió: tras la Bruja corrió la segunda mujer, y la tercera, y la cuarta; y, después de todo, durante mucho tiempo la gente entraba y salía de su casa con faldas. Jerónimo perdió la paciencia y estaba a punto de protestar brutalmente contra tal invasión, cuando, por el olor, intuyó que Rita también se acercaba.
— Ah!
E desfranziu-se-lhe o rosto.
— Bons dias! Então que é isso, vizinho? Você caiu doente com a minha
chegada? Se tal soubera não vinha!
Ele riu-se. E era a primeira vez que ria desde a véspera
A mulata aproximou-se da cama.
Como principiara a trabalhar esse dia, tinha as saias apanhadas na cintura e
os braços completamente nus e frios da lavagem. O seu casaquinho branco
abria-lhe no pescoço, mostrando parte do peito cor de canela.
Jerônimo apertou-lhe a mão.
— Gostei de vê-la ontem dançar, disse, muito mais animado.
— Já tomou algum remédio?...
— A mulher falou ai em chá preto...
— Chá! Que asneira! Chá é água morna! Isso que você tem é uma
resfriagem. Vou-lhe fazer uma xícara de café bem forte para você beber com um
gole de parati, e me dirá se sua ou não, e fica depois fino e pronto para outra!
Espera ai!
- ¡Oh! Y su rostro se suavizó. - ¡Buenos días! Entonces, ¿qué es, vecino? ¿Te enfermaste con mi llegada? ¡Si lo hubiera sabido, no habría venido! Él rió. Y era la primera vez que se reía desde el día anterior.La mulata se acercó a la cama. Como había comenzado a trabajar ese día, sus faldas estaban recogidas alrededor de su cintura y sus brazos estaban completamente desnudos y fríos por el lavado. Su pequeña bata blanca se abrió en su cuello, mostrando parte de su pecho canela. Jerónimo le estrechó la mano. —Disfruté viéndote bailar ayer, dijo, mucho más animado. — ¿Has tomado algún medicamento?... — Dijo la mujer té negro... — ¡Té! ¡Que desastre! ¡El té es agua tibia! Lo que tienes es un resfriado. ¡Te haré una taza de café muy fuerte para que la bebas con un sorbo de parati, y me dirás si sudas o no, y luego estarás bien y listo para otro! ¡Espera un segundo!
E saiu logo, deixando todo quarto impregnado dela.
Jerônimo, só com respirar aquele almíscar, parecia melhor. Quando Piedade
tornou, pesada, triste, resmungando consigo mesma, ele sentiu que principiava a
enfará-lo; e, quando a infeliz se aproximou do marido, este, fora do costume,
notou-lhe o cheiro azedo do corpo. Voltou-lhe então o mal-estar e desapareceu o
último vestígio do sorriso que ele tivera havia pouco.
— Mas que sentes tu, Jeromo?... Fala, homem! Não me dizes nada! Assim
m’assustas... Que tens, diz’-lo!
— Não cozas o chá. Vou tomar outra coisa...
— Não queres o chá? Mas é o remédio, filhinho de Deus!
— Já te disse que tomo outra mezinha. Oh!
Piedade não insistiu.
— Queres tu um escalda-pés?...
— Toma-lo tu!
- ¡Oh! Y su rostro se suavizó. - ¡Buenos días! Entonces, ¿qué es, vecino? ¿Te enfermaste con mi llegada? ¡Si lo hubiera sabido, no habría venido! Él rió. Y era la primera vez que se reía desde el día anterior.La mulata se acercó a la cama. Como había comenzado a trabajar ese día, sus faldas estaban recogidas alrededor de su cintura y sus brazos estaban completamente desnudos y fríos por el lavado. Su pequeña bata blanca se abrió en su cuello, mostrando parte de su pecho canela. Jerónimo le estrechó la mano. —Disfruté viéndote bailar ayer, dijo, mucho más animado. — ¿Has tomado algún medicamento?... — Dijo la mujer té negro... — ¡Té! ¡Que desastre! ¡El té es agua tibia! Lo que tienes es un resfriado. ¡Te haré una taza de café muy fuerte para que la bebas con un sorbo de parati, y me dirás si sudas o no, y luego estarás bien y listo para otro! ¡Espera un segundo!
Ela calou-se. Ia a dizer que nunca o vira assim tão áspero e seco, mas receou
importuná-lo. “Era naturalmente a moléstia que o punha rezinguento.”
Jerônimo fechara os olhos, para a não ver, e ter-se-ia, se pudesse, fechado
por dentro, para a não sentir. Ela, porém, coitada! fora assentar-se à beira da
cama, humilde e solicita, a suspirar, vivendo naquele instante, para e
exclusivamente, para o seu homem, fazendo-se muito escrava dele, sem vontade
própria, acompanhando-lhe os menores gestos com o olhar, inquieta, que nem
um cão que, ao lado do dono, procura adivinhar-lhe as intenções.
— ‘Stá bem, filha, não vais tratar do teu serviço?...
Ella se quedó en silencio. Iba a decir que nunca lo había visto tan rudo y seco, pero tenía miedo de molestarlo. “Naturalmente, fue la enfermedad lo que lo puso de mal humor”. Jerónimo había cerrado los ojos, para no verla, y se habría cerrado, si hubiera podido, por dentro, para no sentirla. Ella, sin embargo, ¡pobrecita! había ido y se había sentado al borde de la cama, humilde y solícita, suspirando, viviendo ese momento, por y exclusivamente para su hombre, haciéndose muy esclava suya, sin voluntad propia, siguiendo con la mirada sus más pequeños gestos , inquieto, como un perro que, junto al dueño, trata de adivinar sus intenciones. — ‘Está bien, hija, ¿no vas a ocuparte de tu trabajo?...
— Não te dê isso cuidado! Não parou o trabalho! Pedi à Leocádia que me
esfregasse a roupa. Ela hoje tinha pouco que fazer e...
— Andaste mal...
— Ora! Não há três dias que fiz outro tanto por ela... E demais, não foi que
tivesse o homem doente, era a calaçaria do capinzal!
— Bom, bom, filha! não digas mal da vida alheia! Melhor seria que
estivesses à tua tina em vez de ficar ai a murmurar do próximo... Anda! vai
tomar conta das tuas obrigações.
— Mas estou-te a dizer que não há transtorno!...
— Transtorno já é estar eu parado; e o pior será pararem os dois!
— Eu queria ficar a teu lado, Jeromo!
— E eu acho que isso é tolice! Vai! anda!
Ela ia retirar-se, como um animal enxotado, quando deu com a Rita, que
entrava muito ligeira e sacudida, trazendo na mão a fumegante palangana de
café com parati e no ombro um cobertor grosso para dar um suadouro ao doente.
— Ah! fez Piedade, sem encontrar uma palavra para a mulata.
E deixou-se ficar.
Rita, despreocupadamente, alegre e benfazeja como sempre, pousou a
vasilha sobre a cômoda do oratório e abriu o cobertor.
— Isso é que o vai pôr fino! disse. Vocês também, seus portugueses, por
qualquer coisinha ficam logo pra morrer, com uma cara da última hora! E ai, ai,
Jesus, meu Deus! Ora esperte-se! Não me seja maricas!
Ele riu-se assentando-se na cama.
— Pois não é assim mesmo? perguntou ela a Piedade, apontando para o
carão barbado de Jerônimo. Olhe só pr’aquela cara e diga-me se não está a pedir
que o enterrem!
"¡No tengas cuidado!" ¡No dejes de trabajar! Le pedí a Leocádia que fregara mi ropa. Tenía poco que hacer hoy y... —Te has equivocado... —¡Bueno! No han pasado tres días desde que hice tanto por ella... Y además, no era que el hombre estuviera enfermo, ¡era la hierba en la hierba! "¡Bien, bien, hija!" ¡No hables mal de la vida de los demás! Sería mejor que estuvieras en tu bañera en lugar de quedarte ahí murmurando sobre el próximo... ¡Vamos! se hará cargo de sus obligaciones. — ¡Pero te digo que no hay problema!... — El problema ya es que estoy parado; ¡y lo peor será que los dos se detengan! — ¡Quería quedarme a tu lado, Jeromo! "¡Y creo que eso es una tontería!" ¡Ir! ¡caminar! Estaba a punto de irse, como un animal espantado, cuando se encontró con Rita, que entraba muy ligera y agitada, con un café humeante y un palito de parati en la mano y una manta gruesa sobre el hombro para hacer sudar al paciente. - ¡Oh! dijo Piedade, sin encontrar palabra para la mulata. Y se quedó. Rita, despreocupada, alegre y benévola como siempre, puso el cuenco sobre la cómoda del oratorio y extendió la manta. "¡Eso es lo que te hará adelgazar!" él dijo. ¡Tú también, portugués, por la más mínima cosa, estás listo para morir, como si estuvieras en el último minuto! Y ¡oh, oh, Jesús, Dios mío! ¡Ahora levántate! ¡No seas marica conmigo! Se rió mientras se sentaba en la cama. "Bueno, ¿no es así?" —le preguntó a Piedade, señalando el rostro barbudo de Jerónimo. ¡Solo mira esa cara y dime que no estás pidiendo que te entierren!
A portuguesa não dizia nada, sorria contrafeita, no intimo, ressentida contra
aquela invasão de uma estranha nos cuidados pelo seu homem. Não era a
inteligência nem a razão o que lhe apontava o perigo, mas o instinto, o faro sutil
e desconfiado de toda a fêmea pelas outras, quando sente o seu ninho exposto.
— Está-me a parecer que agora te achas melhor, hein?... desembuchou
afinal, procurando o olhar do marido, sem conseguir disfarçar de todo o seu
descontentamento.
— Só com o cheiro! reforçou a mulata, apresentando o café ao doente.
Beba, ande! beba tudo e abafe-se! Quero, quando voltar logo, encontrá-lo
pronto, ouviu? — E acrescentou, falando à Piedade, em tom mais baixo e
pousando-lhe a mão no ombro carnudo: — Ele daqui a nada deve estar ensopado
de suor; mude-lhe toda a roupa e dê-lhe dois dedos de parati, logo que peça
água. Cuidado com o vento!
La portuguesa no dijo nada, sonrió torpemente, en su corazón, resentida por esa invasión de un extraño al cuidado de su hombre. No fue la inteligencia ni la razón la que señaló el peligro, sino el instinto, el olfato sutil y suspicaz de toda hembra para con las demás, cuando siente su nido expuesto. — Me parece que ahora crees que estás mejor, ¿eh?... espetó finalmente, buscando la mirada de su marido, incapaz de ocultar su disgusto. "¡Solo el olor!" reforzó la mulata, ofreciéndole el café al paciente. Bebé, camina! ¡bébetelo todo y ahógate! Quiero, cuando regrese pronto, encontrarte listo, ¿me oyes? — Y añadió, hablando a Piedade, en tono más bajo y poniendo la mano sobre su hombro carnoso: — Pronto debe estar empapado en sudor; cámbiale toda la ropa y dale dos dedos de paraty en cuanto pida agua. ¡Cuidado con el viento!
E saiu expedida, agitando as saias, de onde se evolavam eflúvios de
manjerona.
Piedade chegou-se então para o cavouqueiro, que já tinha sobre as pernas o
cobertor oferecido pela Rita, e, ajudando-o a levar a tigela à boca, resmungou:
— Deus queira que isto não te vá fazer mal em vez de bem!... Nunca tomas
café, nem gostas!...
— Isto não é por gosto, filha, é remédio!
Ele com efeito nunca entrara com o café e ainda menos com a cachaça; mas
engoliu de uma assentada o conteúdo da tigela, puxando em seguida o cobertor
até às ventas.
A mulher tratou de abafar-lhe bem os pés e foi buscar um xale para lhe
cobrir a cabeça.
— Trata de sossegar! Não te mexas!
E saiu expedida, agitando as saias, de onde se evolavam eflúvios de
manjerona.
Piedade chegou-se então para o cavouqueiro, que já tinha sobre as pernas o
cobertor oferecido pela Rita, e, ajudando-o a levar a tigela à boca, resmungou:
— Deus queira que isto não te vá fazer mal em vez de bem!... Nunca tomas
café, nem gostas!...
— Isto não é por gosto, filha, é remédio!
Ele com efeito nunca entrara com o café e ainda menos com a cachaça; mas
engoliu de uma assentada o conteúdo da tigela, puxando em seguida o cobertor
até às ventas.
A mulher tratou de abafar-lhe bem os pés e foi buscar um xale para lhe
cobrir a cabeça.
— Trata de sossegar! Não te mexas!
E dispôs-se a ficar junto da cama, a vigiá-lo, só andando na ponta dos pés,
abafando a respiração, correndo a cada instante à porta de casa para pedir que
não fizessem tanta bulha lá fora; toda ela desassossegada, numa aflição quase
supersticiosa por aquele incômodo de seu homem. Mas Jerônimo não levou
muito que a não chamasse para lhe mudar a roupa. O suor inundava-o.
— Ainda bem! exclamou ela, radiante.
E, depois de fechar hermeticamente a porta do quarto e meter um punhado
de roupa suja numa fresta que havia numa das paredes, sacou-lhe fora a camisa
molhada, enfiando-lhe logo outra pela cabeça; em seguida tirou-lhe as ceroulas e
começou, munida de uma toalha, a enxugar-lhe todo o corpo, principiando pelas
costas, passando depois ao peito e aos sovacos, descendo logo às nádegas, ao
ventre e às pernas, e esfregando sempre com tamanho vigor de pulso, que era
antes uma massagem que lhe dava; e tanto assim que o sangue do cavouqueiro
se revolucionou.
Y se dispuso a quedarse junto a la cama, a velarlo, caminando de puntillas, ahogando la respiración, corriendo a cada rato a la puerta principal para pedir que fuera no hiciera tanto ruido; toda ella inquieta, en una aflicción casi supersticiosa por la incomodidad de su hombre. Pero Jerónimo no tardó mucho en llamarla para cambiarse de ropa. El sudor lo inundó. - ¡Menos mal! exclamó, radiante. Y, después de cerrar herméticamente la puerta del dormitorio y meter un puñado de ropa sucia en una rendija de una de las paredes, se quitó la camisa mojada, poniéndose inmediatamente otra en la cabeza; luego le quitó la ropa interior y comenzó, armada con una toalla, a secarle todo el cuerpo, comenzando por la espalda, pasando luego por el pecho y las axilas, bajando luego por los glúteos, el vientre y las piernas, y siempre frotando suavemente. vigor de la muñeca, que fue más bien un masaje que le di; y tanto que la sangre del jinete revolucionó.
E a mulher, a rir-se, lisonjeada, ralhava:
— Tem juízo! Acomoda-te! Não vês que estás doente?...
Ele não insistiu. Agasalhou-se de novo e pediu água. Piedade foi buscar o
parati.
— Bebe isto, não bebas a água agora.
— Isto é cachaça!
— Foi a Rita que disse para te dar...
Jerônimo não precisou de mais nada para beber de um trago os dois dedos
de restilo que havia no copo.
Sóbrio como era, e depois daquele dispêndio de suor, o álcool produziu-lhe
logo de pronto o efeito voluptuoso e agradável da embriaguez nos que não são
bêbedos: um delicioso desfalecer de todo o corpo; alguma coisa do longo
espreguiçamento que antecede à satisfação dos sexos, quando a mulher, tendo
feito esperar por ela algum tempo, aproxima-se afinal de nós, numa avidez
gulosa de beijos. Agora, no conforto da sua cama, na doce penumbra do quarto,
com a roupa fresca sobre a pele, Jerônimo sentia-se bem, feliz por ver-se longe
da pedreira ardente e do sol cáustico; ouvindo, de olhos fechados, o ronrom
monótono da máquina de massas, arfando ao longe, e o zunzum das lavadeiras a
trabalharem, e, mais distante, um interminável cantar de galos a porfia, enquanto
um dobre de sinos rolava no ar, tristemente, anunciando um defunto da
paróquia.
E a mulher, a rir-se, lisonjeada, ralhava:
— Tem juízo! Acomoda-te! Não vês que estás doente?...
Ele não insistiu. Agasalhou-se de novo e pediu água. Piedade foi buscar o
parati.
— Bebe isto, não bebas a água agora.
— Isto é cachaça!
— Foi a Rita que disse para te dar...
Jerônimo não precisou de mais nada para beber de um trago os dois dedos
de restilo que havia no copo.
Sóbrio como era, e depois daquele dispêndio de suor, o álcool produziu-lhe
logo de pronto o efeito voluptuoso e agradável da embriaguez nos que não são
bêbedos: um delicioso desfalecer de todo o corpo; alguma coisa do longo
espreguiçamento que antecede à satisfação dos sexos, quando a mulher, tendo
feito esperar por ela algum tempo, aproxima-se afinal de nós, numa avidez
gulosa de beijos. Agora, no conforto da sua cama, na doce penumbra do quarto,
com a roupa fresca sobre a pele, Jerônimo sentia-se bem, feliz por ver-se longe
da pedreira ardente e do sol cáustico; ouvindo, de olhos fechados, o ronrom
monótono da máquina de massas, arfando ao longe, e o zunzum das lavadeiras a
trabalharem, e, mais distante, um interminável cantar de galos a porfia, enquanto
um dobre de sinos rolava no ar, tristemente, anunciando um defunto da
paróquia.
Quando Piedade chegou lá fora, dando parte do bom resultado do remédio, a
Rita correu de novo ao quarto do doente.
— Então, que me diz agora? Sente-se ou não melhorzinho?
Ele voltou para a rapariga o seu olhar de animal prostrado e, por única
resposta, passou-lhe o braço esquerdo na cintura e procurou com a mão direita
segurar a dela. Queria com isto traduzir o seu reconhecimento, e a mulata assim
o entendeu, tanto que consentiu: mal, porém, a sua carne lhe tocou na carne, um
desejo ardente apossou-se dele; uma vontade desensofrida de senhorear-se no
mesmo instante daquela mulher e possuí-la inteira, devorá-la num só hausto de
luxúria, trincá-la como um caju.
Rita, ao sentir-se empolgar pelo cavouqueiro, escapou-lhe das garras com
um pulo.
Cuando Piedade llegó afuera, compartiendo parte del buen resultado de la medicina, Rita volvió corriendo a la habitación del paciente. "Entonces, ¿qué dices ahora?" ¿Te sientes mejor o no? Volvió la mirada de un animal postrado hacia la niña y, como única respuesta, le pasó el brazo izquierdo por la cintura y trató de sujetar el de ella con la mano derecha. Con esto quiso expresar su agradecimiento, y la mulata lo entendió, tanto que consintió: en cuanto su carne tocó la de él, un ardiente deseo se apoderó de él; un deseo insufrible de dominar inmediatamente a esa mujer y poseerla entera, devorarla en un solo soplo de lujuria, morderla como un anacardo. Rita, sintiéndose emocionada por la excavadora, escapó de sus garras con un salto.
— Olhe que peste! Faça-se de tolo, que digo à sua mulher, hein? Ora vamos
lá!
Mas, como a Piedade entrava na salinha ao lado, disfarçou logo,
acrescentando noutro tom:
— Agora é tratar de dormir e mudar de roupa, se suar outra vez Até logo!
E saiu.
"¡Mira la plaga!" Haz el ridículo, se lo diré a tu mujer, ¿eh? ¡Ahora vámonos! Pero, al entrar Piedade en el cuartito de al lado, enseguida lo disimuló, añadiendo en otro tono: —Ahora toca intentar dormir y cambiarse de ropa, si vuelves a sudar ¡Hasta luego! E izquierda.
Jerônimo ouviu as suas ultimas palavras já de olhos fechados e, quando
Piedade entrou no quarto, parecia sucumbido de fraqueza. A lavadeira
aproximou-se da cama do marido em ponta de pés, puxou-lhe o lençol mais para
cima do peito e afastou-se de novo, abafando os passos. À porta da entrada a
Augusta, que fora fazer uma visita ao enfermo, perguntou-lhe por este com um
gesto interrogativo; Piedade respondeu sem falar, pondo a mão no rosto e
vergando desse lado a cabeça, para exprimir que ele agora estava dormindo.
As duas saíram para falar à vontade; mas, nessa ocasião, lá fora no pátio da
estalagem, acabava de armar-se um escândalo medonho. Era o caso que o
Henriquinho da casa do Miranda ficava às vezes à janela do sobrado, nas horas
de preguiça, entre o almoço e o jantar, entretido a ver a Leocádia lavar,
seguindo-lhe os movimentos uniformes do grosso quadril e o tremular das
redondas tetas à larga dentro do cabeção de chita. E, quando a pilhava sozinha,
fazia-lhe sinais brejeiros, piscava-lhe o olho, batendo com a mão direita aberta
sobre a mão esquerda fechada. Ela respondia, indicando com o polegar o interior
do sobrado, como se dissesse que fosse procurar a mulher do dono da casa.
Naquele dia, porém, o estudante apareceu à janela, trazendo nos braços um
coelhinho todo branco, que ele na véspera arrematara num leilão de festa.
Leocádia cobiçou o bichinho e, correndo para o depósito de garrafas vazias, que
ficava por debaixo do sobrado, pediu com muito empenho ao Henrique que lho
desse. Este, sempre com seu sistema de conversar por mímica, declarou com um
gesto qual era a condição da dádiva.
Jerônimo escuchó sus últimas palabras con los ojos cerrados y, cuando Piedade entró en la habitación, parecía haber sucumbido a la debilidad. La lavandera se acercó de puntillas a la cama de su marido, le subió la sábana hasta el pecho y volvió a alejarse amortiguando los pasos. En la puerta de entrada, Augusta, que había ido a visitar al enfermo, preguntó por él con gesto inquisitivo; Piedade respondió sin hablar, llevándose la mano a la cara e inclinando la cabeza hacia ese lado para mostrar que ahora estaba durmiendo. Los dos se fueron a hablar libremente; pero en esa ocasión, afuera, en el patio de la posada, acababa de ocurrir un escándalo espantoso. Sucedió que Henriquinho de la casa de Miranda a veces se quedaba en la ventana de la casa, en sus horas de ocio, entre el almuerzo y la cena, viendo lavar a Leocádia, siguiendo los movimientos uniformes de sus gruesas caderas y el aleteo de sus redondas tetas. de ancho dentro de la cabeza del guepardo. Y cuando la pillaba sola, le hacía señas coquetas, le guiñaba un ojo, golpeaba con la mano derecha abierta la mano izquierda cerrada. Contestaba ella señalando con el pulgar el interior de la casa, como diciendo que iba a buscar a la mujer del dueño de la casa. Ese día, sin embargo, el estudiante se asomó a la ventana con un conejo blanco en los brazos, que había comprado el día anterior en una fiesta de subastas. Leocádia codició al animalito y, corriendo al depósito de botellas vacías, que estaba debajo de la casa, le pidió muy encarecidamente a Henrique que se lo diera. Éste, siempre con su sistema de hablar por mimo, declaraba con un gesto cuál era la condición del regalo.
Ela meneou a cabeça afirmativamente, e ele fez-lhe sinal de que o esperasse
por detrás do cortiço, no capinzal dos fundos.
A família do Miranda havia saído. Henrique, mesmo com a roupa de andar
em casa e sem chapéu, desceu à rua, ganhou um terreno que existia à esquerda
do sobrado e, com o seu coelho debaixo do braço, atirou-se para o capinzal.
Leocádia esperava por ele debaixo das mangueiras.
Ella asintió afirmativamente y él le hizo seña de que lo esperara detrás de la vivienda, en la hierba del fondo. La familia de Miranda se había ido. Henrique, aún con su ropa de calle y sin sombrero, bajó a la calle, ganó un terreno a la izquierda de la casa y, con su conejo bajo el brazo, se tiró a la hierba. Leocádia lo esperaba bajo los árboles de mango.
— Aqui não! disse ela, logo que o viu chegar. Aqui agora podem dar com a
gente!...
— Então onde?
— Vem cá!
E tomou à sua direita, andando ligeira e meio vergada por entre as plantas.
Henrique seguiu-a no mesmo passo, sempre com o coelho sobraçado. O calor
fazia-o suar e esfogueava-lhe as faces. Ouvia-se o martelar dos ferreiros e dos
trabalhadores da pedreira.
Depois de alguns minutos, ela parou num lugar plantado de bambus e
bananeiras, onde havia o resto de um telheiro em ruínas.
— Aqui!
E Leocádia olhou para os lados, assegurando-se de que estavam a sós.
Henrique, sem largar o coelho, atirou-se sobre ela, que o conteve:
— Espera! preciso tirar a saia; está encharcada!
— Não faz mal! segredou ele, impaciente no seu desejo.
— Pode-me vir um corrimento!
E sacou fora a saia de lã grossa, deixando ver duas pernas, que a camisa a
custo só cobria até o joelho, grossas, maciças, de uma brancura levemente rósea
e toda marcada de mordeduras de pulgas e mosquitos.
— Avia-te! Anda! apressou ela, lançando-se de costas ao chão e
arregaçando a fralda até a cintura; as coxas abertas.
O estudante atirou-se, sôfrego, sentindo-lhe a frescura da sua carne de
lavadeira, mas sem largar as pernas do coelho.
Passou-se um instante de silêncio entre os dois, em que as folhas secas do
chão rangeram e farfalharam.
— Olha! pediu ela, faz-me um filho, que eu preciso alugar-me de
ama-de-leite... Agora estão pagando muito bem as amas! A Augusta
Carne-Mole, nesta última barriga, tomou conta de um pequeno ai na casa de
uma família de tratamento, que lhe dava setenta mil-réis por mês!... E muito
bom passadio!... Sua garrafa de vinho todos os dias!... Se me arranjares um filho
dou-te outra vez o coelho!
- ¡Aquí no! dijo, tan pronto como lo vio llegar. ¡Aquí ya nos pueden encontrar!... —¿Entonces dónde? - ¡Ven aquí! Y torció a su derecha, caminando ligera y un poco encorvada entre las plantas. Henrique lo siguió al mismo paso, siempre con el conejo en brazos. El calor lo estaba haciendo sudar y escociéndole las mejillas. Se oía el martilleo de los herreros y canteros. Después de unos minutos, se detuvo en un lugar sembrado de bambúes y plátanos, donde había restos de un cobertizo en ruinas. - ¡Aquí! Y Leocadia miró a su alrededor, asegurándose de que estaban solos. Henrique, sin soltar al conejo, se arrojó sobre ella, que lo detuvo: —¡Espera! necesito quitarme la falda; ¡Está empapado! - ¡No hace mal! susurró, impaciente en su deseo. — ¡Podría tener una descarga! Y se quitó la gruesa falda de lana, dejando al descubierto dos piernas, que la camisa apenas cubría hasta la rodilla, gruesas, macizas, de un blanco ligeramente rosado y todas marcadas con picaduras de pulgas y mosquitos. — ¡Prepárate! ¡Vamos! se apresuró, tirándose de espaldas y subiéndose el pañal hasta la cintura; muslos abiertos El estudiante se tiró con avidez, sintiendo la frescura de su carne de lavandera, pero sin soltar las patas del conejo. Entre ellos transcurrió un momento de silencio, en el que las hojas secas del suelo crujieron y susurraron. - ¡Mirar! ella pidió, hazme un hijo, necesito contratar una nodriza... ¡Ahora les están pagando muy bien a las enfermeras! Augusta Carne-Mole, en su último vientre, cuidó un poco de ai en casa de una familia de trato, ¡que le daban setenta milreis al mes!... ¡Y muy buen pasaje!... Tu botella de vino todos los días !... ¡Si me consigues un hijo te doy el conejo otra vez!
E o pobre brutinho, cujas pernas o estudante não largava, começou a
queixar-se dos repelões que recebia cada vez mais acelerados.
— Olha que matas o bichinho! reclamou a lavadeira. Não batas assim com
ele! mas não o soltes, hein!
Ia dizer ainda alguma coisa, mas acudiu-lhe o espasmo e ela fechou os olhos
e pôs-se a dar com a cabeça de um lado para o outro, rilhando os dentes.
Nisto, passos rápidos fizeram-se sentir galgando as plantas, na direção em
que os dois estavam; e Henrique, antes de ser visto, lobrigou a certa distancia a
insociável figura do Bruno.
Não lhe deu tempo a que se aproximasse; de um salto galgou por detrás das
bananeiras e desapareceu por entre o matagal de bambus, tão rápido como o
coelho que, vendo-se livre, ganhara pela outra banda o caminho do capinzal.
Quando o ferreiro, logo em seguida, chegou perto da mulher, esta ainda não
tinha acabado de vestir a saia molhada.
Y el pobre animalito, cuyas piernas el estudiante no soltaba, comenzó a quejarse de las sacudidas cada vez más aceleradas que recibía. "¡Cuidado con matar al animalito!" se quejó la lavandera. ¡No le pegues así! pero no lo dejes ir, eh! Estuvo a punto de decir algo más, pero el espasmo volvió y cerró los ojos y comenzó a mover la cabeza de lado a lado, rechinando los dientes. En esto, se sintieron pasos rápidos trepando por las plantas, en dirección a donde estaban los dos; y Henrique, antes de ser visto, divisó de lejos la figura insociable de Bruno. No le dio tiempo a que se acercara; de un salto trepó detrás de los plátanos y desapareció en la espesura de los bambúes, tan rápido como un conejo que, viéndose libre, se había abierto camino hacia la hierba del otro lado. Cuando el herrero, poco después, se acercó a la mujer, ésta aún no había terminado de ponerse la falda mojada.
— Com quem te esfregavas tu, sua vaca?! bradou ele, a botar os bofes pela
boca.
E, antes que ela respondesse, já uma formidável punhada a fazia rolar por
terra.
Leocádia abriu num berreiro. E foi debaixo de uma chuva de bofetadas e
pontapés que acabou de amarrar a roupa.
— Agora eu vi! sabes! Nega se fores capaz!
— Vá à pata que o pôs! exclamou ela, com a cara que era um tomate. Já lhe
disse que não quero saber de você pra nada, seu bêbedo!
E, vendo que ele ia recomeçar a dança, abaixou-se depressa, segurou com
ambas as mãos um matacão de granito que encontrou a seus pés, e gritou,
erguendo-o sobre a cabeça:
— Chega-te pra cá e verás se te abro aqui mesmo ou não o casco!
O ferreiro compreendeu que ela era capaz de fazer o que dizia e estacou
lívido e ofegante.
— Arme a trouxa e rua! sabe?
— Olha a desgraça! Tinha de muito assentado de ir! Queria era uma
ocasião! Nem preciso de você pra nada, fique sabendo!
E, para meter-lhe mais raiva, acrescentou, empinando a barriga:
— Já cá está dentro com que hei de ganhar a vida! Alugo-me de ama! Ou
pensará que todos são como você, que nem para fazer um filho serve, diabo do
sem-préstimo?
— Mas não me hás de levar nada de casa! Isso te juro eu, biraia!
— Ah, descanse! que não levarei nada do que é seu, nem preciso!
— Põe essa pedra no chão!
— Um corno! Eu arrumo-ta na cabeça se te chegas pra cá!
— Sim, sim, sim, contanto que te musques por uma vez!
— Pois então despache o beco!
— ¡¿Con quién te frotabas, perra?! gritó, soplando su aliento en su boca. Y, antes de que pudiera responder, un puñetazo formidable la hizo rodar por el suelo. Leocadia abrió con un grito. Y fue bajo una lluvia de bofetadas y patadas que terminó de amarrarse la ropa. - ¡Ahora vi! ¡sabes! ¡Niega si puedes! "¡Ve a la pata que te puso!" exclamó, con la cara como un tomate. Ya te dije que no me importas para nada, ¡borracho! Y, viendo que él estaba a punto de reanudar la danza, se agachó rápidamente, tomando con ambas manos un peñasco de granito que encontró a sus pies, y gritó levantándolo sobre su cabeza: ¡Abro el casco aquí mismo o no! El herrero entendió que ella era capaz de hacer lo que decía y se detuvo en seco, pálido y jadeante. "¡Arma el paquete y vete!" ¿él sabe? — ¡Mira la desgracia! ¡Tuve que acomodarme para ir! ¡Ojalá fuera una ocasión! Ni siquiera te necesito para nada, ¿sabes? Y, para cabrearlo aún más, añadió, sacando la barriga: '¡Ya está aquí con lo que me voy a ganar la vida!' ¡Me alquilo a una enfermera! ¿O pensarás que todo el mundo es como tú, que ni con hacer un hijo basta, diablo sin préstamo? "¡Pero no debes llevarme nada de casa!" ¡Esto te lo juro, biraia! — ¡Ay, descansa! que no tomaré nada de lo que es tuyo, ¡ni lo necesito! "¡Baja esa piedra!" — ¡Un cornudo! ¡Te lo arreglaré en la cabeza si vienes aquí! — ¡Sí, sí, sí, mientras te muevas por una vez! "¡Entonces deshazte del callejón!"
Ele virou-lhe as costas e tornou lentamente por onde viera, de cabeça
pendida, as mãos nas algibeiras das calças, aparentando agora um soberano
desprezo pelo que se passava.
Só então foi que ela se lembrou do coelho.
— Ora gaitas! disse, endireitando-se e tomando direção contrária à do
marido.
Este fora ai direito ao cortiço narrar, a quem quisesse ouvir, o que se
acabava de dar. O escândalo assanhou a estalagem inteira, como um jato de água
quente sobre um formigueiro. “Ora, aquilo tinha de acontecer mais hoje mais
amanhã! — Um belo dia a casa vinha abaixo! — A Leocádia parecia não desejar
senão isso mesmo!” Mas ninguém atinava com quem diabo pilhara o Bruno a
mulher no capinzal. Fizeram-se mil hipóteses; lembrando-se nomes e nomes,
sem se chegar a nenhum resultado satisfatório. O Albino tentou logo arranjar a
reconciliação do casal, jurando que o Bruno estava enganado com certeza e que
vira mal. “Leocádia era uma excelente rapariga, incapaz de tamanha
safadagem!” O ferreiro tapou-lhe a boca com uma bolacha, e ninguém mais se
meteu a congraçá-los.
Él le dio la espalda y caminó lentamente por donde había venido, con la cabeza gacha, las manos en los bolsillos de los pantalones, ahora luciendo sumamente despectivo por lo que estaba sucediendo. Fue entonces cuando se acordó del conejo. — ¡Pues armónicas! dijo ella, enderezándose y tomando la dirección opuesta a la de su esposo. Este último había ido directamente a la vivienda para contarle a cualquiera que quisiera escuchar lo que acababa de suceder. El escándalo se extendió por toda la posada como un chorro de agua caliente en un hormiguero. “¡Por qué, eso tenía que suceder más hoy y mañana! — ¡Un buen día se vino abajo la casa! — ¡Leocádia parecía no querer nada más que eso! Pero nadie podía averiguar quién diablos había atrapado Bruno a la mujer en la hierba. Se hicieron mil hipótesis; recordando nombres y nombres, sin llegar a ningún resultado satisfactorio. Albino inmediatamente trató de arreglar la reconciliación de la pareja, jurando que Bruno definitivamente estaba equivocado y que vio mal. “¡Leocádia era una niña excelente, incapaz de tal travesura!” El herrero se tapó la boca con una galleta y nadie más se molestó en animarlos.
Entretanto, o Bruno entrara em casa e lançava pela janela cá para fora tudo o
que ia encontrando pertencente à mulher. Uma cadeira fez-se pedaços contra as
pedras, depois veio um candeeiro de querosene, uma trouxa de roupas, saias e
casaquinhos de chita, caixas de chapéus cheias de trapos, uma gaiola de
pássaros, uma chaleira; e tudo era arremessado com fúria ao meio da área, entre
o silêncio comovido dos que assistiam ao despejo. Um chim, que entrara para
vender camarões e parara distraído perto da janela do ferreiro, levou na cabeça
com uma bilha da Bahia e berrava como criança que acaba de ser esbordoada. A
Machona, que não podia ouvir ninguém gritar mais alto do que ela, caiu-lhe em
cima aos murros e o pôs fora do portão com tremenda descompostura. “Era o
que faltava que viesse também aquele salamaleque do inferno para azoinar uma
criatura mais do que já estava!” Dona Isabel, com as mãos cruzadas sobre o
ventre, tinha para aquela destruição um profundo olhar de lástima. Augusta
meneava a cabeça tristemente sem conceber como havia mulheres que
procuravam homem, tendo um que lhes pertencia. A Bruxa, indiferente, não
interrompera sequer o seu trabalho; ao passo que a das Dores, de mãos nas
cadeiras, a sala pelo meio das canelas, um cigarro no canto da boca, encarava
desdenhosa a sanha daquele marido, tão brutal como o dela o fora.
— Sempre os mesmos pedaços de asno!... comentava franzindo o nariz. Se a
tola da mulher só lhes procura agradar e fazer-lhes o gosto, ficam enjoados, e, se
ela não toma a sério a borracheira do casamento, dão por paus e por pedras,
como esta besta! Uma súcia, todos eles!
Mientras tanto, Bruno había entrado en la casa y tiraba por la ventana todo lo que podía encontrar perteneciente a la mujer. Una silla se hizo añicos contra las piedras, luego vino una lámpara de queroseno, un bulto de ropa, faldas y cárdigans de cretona, sombrereras llenas de trapos, una jaula de pájaros, una tetera; y todo se arrojó con furia en medio del área, en medio del conmovido silencio de quienes presenciaban el desalojo. Un chim, que había entrado a vender camarones y se había detenido distraído en la ventana de la herrería, recibió un golpe en la cabeza con un cántaro bahiano y gritaba como un niño recién apaleado. La Machona, que no podía oír a nadie gritar más fuerte que ella, se le cayó encima a puñetazos y lo tiró fuera del portón con tremendo despojo. "¡Era todo lo que se necesitaba para que viniera ese salaam del infierno también, para burlarse de una criatura más de lo que ya era!" Doña Isabel, con las manos cruzadas sobre el vientre, tenía una profunda mirada de piedad ante aquella destrucción. Augusta sacudió la cabeza con tristeza, sin concebir cómo había mujeres buscando a un hombre, teniendo uno que les pertenecía. La Bruja, indiferente, ni siquiera interrumpió su trabajo; mientras Das Dores, con las manos en los sillones, la sala entre las espinillas, un cigarrillo en la comisura de los labios, miraba con desdén el temperamento de aquel marido, tan brutal como había sido el de ella. "¡Siempre los mismos pedazos de culo!", comentó, arrugando la nariz. Si la mujer tonta solo trata de complacerlos y complacerlos, se cansan, y si no toma en serio el matrimonio de goma, encontrarán palos y piedras, ¡como esta bestia! ¡Un enjambre, todos ellos!
Florinda ria, como de tudo, e a velha Marciana queixava-se de que lhe
respingaram querosene na roupa estendida ao sol. Nessa ocasião justamente, um
saco de café, cheio de borra, deu duas voltas no ar e espalhou o seu conteúdo,
pintalgando de pontos negros os coradouros. Fez-se logo um alarido entre as
lavadeiras. “Aquilo não tinha jeito, que diabo! Armavam lá as suas turras e os
outros é que haviam de aturar?!... Sebo! que os mais não estavam dispostos a
suportar as fúrias de cada um! Quem parira Mateus que o embalasse! Se agora,
todas as vezes que a Leocádia se fosse espojar no capinzal, o bruto do marido
tinha de sujar daquele modo o trabalho da gente, ninguém mais poderia ganhar
ali a sua vida! Que espiga!” Pombinha chegara à porta do número 15, dando fé
do barulho, com uma costura na mão, e Nenen, toda afogueada do ferro de
engomar, perguntava, com um frouxo riso, se o Bruno ia reformar a mobília da
casa. A Rita fingia não ligar importância ao fato e continuava a lavar à sua tina.
“Não faziam tanta festa ao tal casamento? Pois que agüentassem! Ela estava
bem livre de sofrer uma daquelas!” O velho Libório chegara-se para ver se, no
meio da confusão, apanhava alguma coisa do despejo, e a Machona, notando
que o Agostinho fazia o mesmo, berrou-lhe do lugar em que se achava
:
Florinda se rió, como siempre, y la vieja Marciana se quejó de que le habían derramado queroseno en la ropa que estaba al sol. En esa ocasión, una bolsa de café, llena de posos, dio dos vueltas en el aire y desparramó su contenido, salpicando las aberturas con puntos negros. Pronto hubo un alboroto entre las lavanderas. “Eso fue inútil, ¡qué demonios! Montaron allí sus peleas y los demás tuvieron que aguantar?!... ¡Sebo! ¡que la mayoría no estaba dispuesta a soportar las furias de cada uno! ¡Quién daría a luz a Mateo para mecerlo! Si ahora, cada vez que Leocadia iba a revolcarse en la hierba, ese marido bruto tenía que ensuciar así el trabajo de la gente, ¡nadie más podría ganarse la vida allí! ¡Qué oído! Pombinha había llegado a la puerta del número 15, testimoniando el ruido, con una costura en la mano, y Nenen, toda sonrojada por la plancha, preguntaba, con una leve risa, si Bruno iba a cambiar los muebles de la casa. . Rita fingió no importarle el hecho y continuó lavando su tina. “¿No hubo tanta celebración en esa boda? Bueno, ¡espera! ¡Estaba bastante a salvo de sufrir uno de esos! El viejo Liborio se había acercado a ver si en medio de la confusión agarraba algo del basurero, y Machona, al notar que Agostinho hacía lo mismo, le gritó desde donde estaba.
— Sai daí, safado! Toca lá no quer que seja, que te arranco a pele do rabo!
Um irmão do santíssimo entrara na estalagem, com a sua capa encarnada, a
sua vara de prata em uma das mãos, na outra a salva do dinheiro, e parara em
meio do pátio, suplicando muito fanhoso: “Uma esmola para a cera do
Sacramento!” As mulheres abandonaram por um instante as tinas e foram beijar
devotamente a colombina imagem do Espírito Santo. Pingaram na salva
moedinhas de vintém.
"¡Fuera de ahí, bastardo!" ¡Toca lo que sea y te arrancaré la piel del culo! Un hermano del Santísimo Sacramento había entrado en la venta, vestido con su capa roja, su vara de plata en una mano y la bandeja del dinero en la otra, y se detuvo en medio del patio, suplicando en alta voz: “Limosna para el cera del Sacramento!” Las mujeres abandonaron por un momento las tinas y fueron devotas a besar la imagen colombiana del Espíritu Santo. Los centavos gotearon sobre la bandeja.
Todavia, o Bruno acabava de despejar o que era da mulher e saia de novo de
casa, dando uma volta feroz à fechadura. Atravessou por entre o murmurante
grupo dos curiosos que permaneciam defronte de sua porta, mudo, com a cara
fechada, jogando os braços, como quem, apesar de ter feito muito, não
satisfizera ainda completamente a sua cólera.
Leocádia apareceu pouco depois e, vendo por terra tudo que era seu, partido
e inutilizado, apoderou-se de fúria e avançou sobre a porta, que o marido
acabava de fechar, arremetendo com as nádegas contra as duas folhas, que
cederam logo, indo ela cair lá dentro de barriga para cima.
Mas ergueu-se, sem fazer caso das risadas que rebentaram cá fora e,
escancarando a janela com arremesso, começou por sua vez a arrasar e a destruir
tudo que ainda encontrara em casa.
Sin embargo, Bruno acababa de tirar lo que pertenecía a su esposa y salió de la casa nuevamente, dándole un giro feroz a la cerradura. Pasó por entre el grupito murmurante de espectadores que permanecían frente a su puerta, mudos, con el ceño fruncido, echándose los brazos encima, como quien, a pesar de haber hecho mucho, aún no ha saciado del todo su ira. Poco después apareció Leocádia y al ver todo lo suyo tirado en el suelo, roto e inútil, tomó el control de la furia y avanzó hacia la puerta que su marido acababa de cerrar, empujando sus nalgas contra las dos hojas, lo que inmediatamente dio camino, yendo ella cae allí sobre su estómago. Pero él se levantó, ignorando las risas que estallaron afuera, y, abriendo la ventana, comenzó a arrasar y destruir todo lo que aún encontraba en la casa.
Então principiou a verdadeira devastação. E a cada objeto que ela varria
para o pátio, gritava sempre: “Upa! Toma, diabo!”
— Aí vai o relógio! Upa! Toma, diabo!
E o relógio espatifou-se na calçada.
— Aí vai o alguidar!
— Aí vai o jarro!
— Aí vão os copos!
— O cabide!
— O garrafão!
— O bacio!
Um riso geral, comunicativo, absoluto, abafava o baralho da louça
quebrando-se contra as pedras. E Leocádia já não precisava acompanhar os
objetos com a sua frase de imprecação, porque cada um deles era recebido cá
fora com um coro que berrava:
— Upa! Toma, diabo!
E a limpeza prosseguia. João Romão acudiu de carreira, mas ninguém se
incomodou com a presença dele. Já defronte da porta do Bruno havia uma
montanha de cacos acumulados; e o destroço continuava ainda, quando o
ferreiro reapareceu, vermelho como malagueta, e foi galgando a casa, com um
raio de roda de carro na mão direita.
Os circunstantes o seguiram, atropeladamente, num clamor.
Entonces comenzó la verdadera devastación. Y con cada objeto que arrastraba al patio, siempre gritaba: “¡Ups! ¡Tómalo, diablo! "¡Ahí va el reloj!" ¡Guau! ¡Aquí, diablo! Y el reloj se hizo añicos en el pavimento. "¡Aquí va alguien más!" "¡Ahí va el cántaro!" "¡Aquí van las gafas!" — ¡La percha! "¡La damajuana!" — ¡El orinal! Una carcajada general, comunicativa, absoluta, ahogó la cubierta de loza que se estrellaba contra las piedras. Y Leocádia ya no necesitó acompañar los objetos con su frase de maldición, porque cada uno de ellos fue recibido afuera con un coro que gritaba: — ¡Upa! ¡Aquí, diablo! Y la limpieza continuó. João Romão acudió al rescate, pero a nadie molestó su presencia. Ya frente a la puerta de Bruno había una montaña de fragmentos acumulados; y aún continuaban los destrozos, cuando reapareció el herrero, rojo como un chile, y comenzó a trepar por la casa, con un rayo de una rueda de carro en su mano derecha. Los transeúntes lo siguieron, a toda prisa, en un clamor.
— Não dá!
— Não pode!
— Prende!
— Não deixa bater!
— Larga o pau!
— Segura!
— Agüenta!
— Cerca!
— Toma o porrete!
E Leocádia escapou afinal das pauladas do marido, a quem o povaréu
desarmara num fecha-fecha.
— Ordem! Ordem! Vá de rumor! exclamava o vendeiro, a quem,
aproveitando a confusão, haviam já ferrado um pontapé por detrás.
O Alexandre, que vinha chegando do serviço nesse momento, apressou-se a
correr para o lugar do conflito e cheio de autoridade intimou o Bruno a que se
contivesse e deixasse a mulher em paz, sob pena de seguir para a estação no
mesmo instante.
— Pois você não vê esta galinha, que apanhei hoje com a boca na botija,
não me vem ainda por cima dar cabo de tudo?!... interrogou o Bruno,
espumando de raiva e quase sem fôlego para falar.
— Porque você pôs em cacos o que é meu! gritou Leocádia.
— Está bom! está bom! disse o polícia, procurando dar à voz inflexões
autoritárias e reconciliadoras. Fale cada um por sua vez! Seu marido...
acrescentou ele, voltando-se para a acusada, diz que a senhora...
— É mentira! interrompeu ela.
— Mentira?! É boa! Tinhas a saia despida e um homem por cima!
— Quem era? — Quem foi? — Quem era o homem? interrogaram todos a
um só tempo.
— Quem era ele, no fim de contas? inquiriu também Alexandre.
— Não lhe pude ver as fuças!... respondeu o ferreiro; mas, se o apanho,
arrancava-lhe o sangue pelas costas!
Houve um coro de gargalhadas.
— E mentira! repetiu Leocádia, agora sucumbida por uma reação de
lágrimas. Há muito tempo que este malvado anda caçando pretexto para romper
comigo e, como eu não lho dou...
Uma explosão de soluços a interrompeu.
Desta vez não riram, mas um bichanar de cochichos formou-se em torno do
seu pranto.
- ¡No es posible! - ¡No puede! - ¡Arrestar! "¡No dejes que golpee!" — ¡Suelta la verga! "¡Esperar!" "¡Esperar!" "¡Cerca!" "¡Toma el palo!" Y Leocádia finalmente escapó de los golpes de su esposo, a quien la turba había desarmado a quemarropa. - ¡Orden! ¡Orden! ¡Vaya rumor! exclamó el posadero, quien, aprovechando la confusión, ya había sido pateado por la espalda. Alexandre, que en ese momento regresaba a casa del trabajo, se apresuró al lugar del conflicto y, lleno de autoridad, ordenó a Bruno que se contuviera y dejara en paz a la mujer, bajo pena de ir a la estación al mismo tiempo. — ¡¿Pues no ves este pollo que hoy atrapé con la boca en el tarro, no quieres arruinarlo todo?!... interrogó Bruno, echando espumarajos de rabia y casi sin aliento para hablar. "¡Porque has hecho pedazos lo que es mío!" gritó Leocadia. - ¡Está bien! ¡está bien! dijo el policía, tratando de dar a su voz inflexiones autoritarias y reconciliadoras. ¡Habla cada uno por turno! Su marido... añadió, volviéndose hacia el acusado, le dice que usted... —¡Eso es mentira! ella interrumpió. - ¡¿Mentir?! ¡Es buena! ¡Tenías la falda desnuda y un hombre encima! - ¿Quien era? - ¿Quien fue? "¿Quién era el hombre?" los interrogó a todos al mismo tiempo. "¿Quién era él de todos modos?" preguntó Alejandro también. "¡No pude ver su rostro!", respondió el herrero; ¡pero si lo atrapo, le sacaré la sangre de la espalda! Hubo un coro de risas. - ¡Es una mentira! repitió Leocádia, ahora sucumbiendo a una reacción de lágrimas. Este villano lleva mucho tiempo buscando una excusa para romper conmigo, y como no se la voy a dar… Un estallido de sollozos la interrumpió. Esta vez no se rieron, pero un murmullo de susurros se formó alrededor de sus lágrimas.
— Agora... continuou ela, enxugando os olhos na costa da mão; não sei o
que será de mim, porque este homem, além de tudo, escangalhou-me até o que
eu trouxe quando me casei com ele!...
— Não disseste que já tinhas ai dentro com que ganhar a vida?... É andar!
— É falso! soluçou Leocádia.
— Bem, interveio Alexandre, embainhando o seu refle; está tudo
terminado! Seu marido vai recebê-la em boa paz...
— Eu?! esfuziou o ferreiro. Você não me conhece!
— Nem eu queria! retorquiu a mulher. Prefiro meter-me com um cavalo de
tílburi a ter de aturar este bruto!
E, catando em casa alguma coisa sua que ainda havia, e recolhendo do
montão dos cacos o que lhe pareceu aproveitável, fez de tudo uma grande trouxa
e foi chamar um carregador.
A Rita saiu-lhe ao encontro.
— Para onde vais tu?... perguntou-lhe em voz baixa.
— Não sei, filha, por ai!... Hei de encontrar um furo!... Os cães não
vivem?...
— Espere um instante... disse a mulata. Olha, empurra a trouxa ai para
dentro do meu cômodo. — E correndo ao Albino, que lavava: — Passa-me no
sabão aquela roupa, ouviste? E, quando Firmo acordar, diz-lhe que precisei ir a
rua.
Depois, deu um pulo ao quarto, mudou a saia molhada, atirou nos ombros o
seu xale de crochê e, batendo nas costas da companheira, segredou-lhe:
— Anda cá comigo! não ficarás à toa!
E as duas saíram, ambas sacudidas, deixando atrás de si suspensa a
curiosidade do cortiço inteiro.
"Ahora…" continuó, limpiándose los ojos con el dorso de su mano; ¡No sé qué será de mí, porque este hombre, más que nada, me jodió hasta lo que traje cuando me casé con él!... ¡Es caminar! - ¡Es falso! sollozó Leocádia. — Bueno, intervino Alexandre, envainando su rifle; ¡se acabo! Tu esposo te recibirá en buena paz... - ¡¿Yo?! resopló el herrero. ¡Usted no me conoce! "¡Yo tampoco!" replicó la mujer. ¡Prefiero meterme con un coche de caballos que tener que aguantar a este bruto! Y, recogiendo lo suyo que aún quedaba en casa, y recogiendo del montón de astillas lo que juzgaba útil, hizo de todo un gran fardo y fue a buscar un mozo. Rita salió a su encuentro. "¿A dónde vas?", preguntó en voz baja. —¡No sé, hija, por ahí!... ¡Encontraré un hoyo!... ¿Los perros no pueden vivir?... —Espera un momento... dijo la mulata. Mira, empuja el bulto a mi habitación. —Y corriendo hacia Albino, que estaba lavando: —Enjuaga esa ropa en el jabón, ¿oíste? Y cuando Firmo despierte, dile que tuve que salir. Luego saltó al dormitorio, se cambió la falda mojada, se echó el chal de ganchillo sobre los hombros y, palmeando la espalda de su compañera, susurró: "¡Ven aquí conmigo!" ¡no estarás ocioso! Y los dos se fueron, ambos estremecidos, dejando suspendida tras de sí la curiosidad de todo el conventillo.